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La política exterior de España con Iberoamérica: nuevos retos

La política exterior de España en Iberoamérica se ha caracterizado en los últimos años, por buscar un equilibrio entre la participación activa en foros y procesos regionales, buscando un mayor contenido político y social en las relaciones, y fortaleciendo de forma activa los marcos propios dentro de la Comunidad Iberoamericana.

Esta política exterior, se ha fundamentado en el mantenimiento de las relaciones con un punto de encuentro que se localizaba en un pasado y en una lengua común. Debemos tener presente en todo momento, el carácter singular y especial de las relaciones y la multidimensionalidad, complejidad e importancia de los vínculos e intereses de todo tipo.

España es el único país de la Unión Europea que tiene una política regional hacia Iberoamérica, lo que unido a los especiales vínculos que la unen con ella, explica el protagonismo que ha tenido en el desarrollo de las relaciones entre la UE e Iberoamérica.

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En los tiempos en los que se desarrollaba la Globalización se procedía la deslocalización de las empresas, España aprovecho las oportunidad que surgían en Iberoamérica, debido en parte a la fragilidad institucional, así como al minúsculo coste económico que suponía para las empresas establecer allí sus cadenas de producción.

Las relaciones bilaterales de España en este tiempo, buscaron una mayor profundidad en la cooperación política con proyección social, que de forma progresiva, según avanzaba la crisis económica y financiera, iría dejando paso a objetivos comunes en el ámbito económico y empresarial, con una pérdida progresiva de liderazgo político. Es precisamente esta cuestión, la que ha llevado a subestimar el potencial iberoamericano, conllevando que los acuerdos hayan sido más de ayuda, que de colaboración.

En determinados momentos, el peso de la política regional en la política Iberoamericana ha sido excesivo, sirviendo para esconder la ausencia de una política bilateral consistente y eficaz.

Por lo tanto, las relaciones, tanto bilaterales como multilaterales con los países de Iberoamérica, deben pasar por un gran cambio de actitud por parte de España, quien debe reconocer su necesidad de colaboración. El intercambio debe el que prime, en lugar de la tan utilizada imposición, aceptando por tanto que Iberoamérica es altamente competitiva y está completamente emancipada en términos económicos.

Por su parte, las Cumbres Iberoamericanas son hoy en día mucho más que las reuniones puntuales o anuales de los jefes de Estado y de Gobierno, suponiendo así, un entramado de permanente de interés y vínculos ya institucionalizados.