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La transición que Alianza Popular no contó a sus herederos

1365714483969apc4        Fraga, en un discurso ante los miembros de Alianza Popular.

En los últimos días ante las propuestas de reforma constitucional por parte del PSOE, y de «abrir el candado del 78» por parte de Podemos, en el Partido Popular parecen haberse erigido en los guardianes de las esencias del llamado consenso del 78 y del régimen político que nació de él. Esta reacción, propia de sectores inmovilistas y conservadores surge ante el miedo del cambio, ante el miedo de profundizar en reformas, y en definitiva, ante el miedo de como se dice coloquialmente de «abrir el melón».

Lo que más llama la atención de todo esto no son las posturas en sí, siempre esperables entre distintos sectores políticos de un país que se niegan a cambiar apelando al miedo y a las virtudes del pasado, no, lo que aquí llama la atención, es que quienes llegaron tarde a aquel pacto constituyente, se conviertan ahora en los más fervientes defensores del mismo, porque debemos tener presente, que el PP actual es el heredero político de la Alianza Popular de 1977, y no de Suárez o de la UCD, aunque algunos sectores de ella posteriormente convergieran con la AP de Manuel Fraga.

El 31 de octubre de 1978 se votaba en el Congreso de los Diputados el texto definitivo de la Constitución Española, que finalmente sería aprobado por 325 votos de los allí presentes. Alianza Popular, o lo que es lo mismo, el Partido Popular de la época, contaba en aquel momento con 16 diputados, de los cuales 9 votaron a favor, 2 se abstuvieron, y 5 votaron en contra, es decir, 7 de los 16 diputados de AP no aprobaron la Constitución. Por otra parte, los que a la postre serían líderes de la derecha española en los años 90, como Álvarez-Cascos o José María Aznar, en aquel instante se encontraban en posiciones ultraderechistas, como muestran los escritos de la época.

Durante mucho tiempo se ha tenido una visión idealizada de la transición española, en la que quienes la protagonizaron han rechazado cualquier intento de modificación apelando al consenso de la época y a una transición ejemplar. La transición no fue un proceso ejemplar, pero si fue el mejor posible y que Vázquez Montalbán resumía muy bien al afirmar que «la transición es el resultado de una correlación de debilidades». El problema no fue el proceso de la transición, sino la renuncia al relato de la transición, el mismo que aun a día de hoy usan algunos para defender el inmovilismo institucional.

Igual que la transición en su día no fue un plan de la élite preconcebido seguido al pie de la letra, sino que influyeron movilizaciones, cesiones y conquistas de unos y de otros, y por lo tanto, también influyó de manera notable ese ente al que denominamos «pueblo». Resulta obvio desde hace tiempo que a través de la política se hace necesario emprender profundas reformas tanto de la Constitución como de las instituciones, y que en ellas, el pueblo, y no solo los dirigentes políticos, deberá jugar un papel esencial. Sea como sea, el Partido Popular y los sectores más inmovilistas de la sociedad, seguirán promoviendo fantasmas de inestabilidad intentando infundir el temor ante unos cambios que ya resultan inevitables, y lo harán apelando a un espíritu y a un consenso por el que en su día no apostaron de forma clara y rotunda.

Publicado en Asturias24