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El laberinto de la investidura conduce a unas nuevas elecciones

Pedro Sánchez no ha logrado ser elegido presidente en la primera votación, ni lo conseguirá en la segunda. Todo ha transcurrido según lo previsto en cuanto a números se refiere, tal es así que el propio candidato afirmaba en su intervención desde la tribuna del Congreso en la tarde del martes que no contaba con los apoyos necesarios, en un intento por justificarse antes que la propia votación evidenciase la realidad.

A partir del lunes volveremos a la casilla de salida. Para entonces, la estrategia de Pedro Sánchez hasta el momento habrá fracasado. Con ella pretendía arrinconar a Podemos y obligar a Pablo Iglesias y los suyos a elegir entre él o el Partido Popular de Mariano Rajoy. La estrategia fue hábil desde que el candidato Sánchez recibiese el encargo del Jefe de Estado de lograr los apoyos necesarios en la sesión de investidura, pero esa misma estrategia encalló el martes en el que se firmó el acuerdo con Ciudadanos. Y lo hizo básicamente porque dentro de esa estrategia estaba atraer tanto a Izquierda Unida como a Compromis, para así sostener, en el intento de presión y de obligar a escoger a Iglesias y a Podemos, que de votar «no» estaría haciendo pinza con el PP. Así pues, sin el apoyo ni abstención de IU y Compromis, que no toleraron el pacto con Rivera, tanto la estrategia de Sánchez, como el discurso de la famosa pinza fracasan, pues no es sostenible ante un pinza tan multicolor como la que ayer se escenificó en el Congreso de los Diputados, cuando 239 de los miembros de la cámara votaron en contra de la investidura del candidato socialista.

130 diputados fueron los que apoyaron a Sánchez, o lo que es lo mismo, los 89 del PSOE, los 30 de Ciudadanos y el de Nueva Canarias que iba en coalición electoral con los socialistas. El pacto con Albert Rivera se quedaba así en nada, y sirvió para evitar que otros partidos se sumasen al mismo. Un acuerdo demasiado amplio y cerrado que sirvió a los demás grupos para justificar su rechazo.

Volvió a estar presente en las intervenciones en el hemiciclo el tan ansiado por muchos «pacto de izquierdas», ese pacto tampoco daría, porque la suma de las izquierdas es la que es, 161 diputados entre PSOE, Podemos, IU y Compromis, que con el PNV superaría los 163 de PP+Ciudadanos+UPN+FAC, pero requeriría necesariamente de las abstenciones de ERC y DiLl. La otra salida al atasco institucional sería la abstención de Ciudadanos, con quien se podía haber acordado reformas institucionales en un primer momento a cambio de la misma, sin haber celebrado el acuerdo que posteriormente sirvió de coartada a los partidos a la izquierda del PSOE.

Con Mariano Rajoy negándose a abstenerse como le propone Rivera, y con un PSOE que rechaza acertadamente para sus intereses una gran coalición, parece descartable, a día de hoy, cualquier alineamiento de PP-PSOE-Ciudadanos que sumase, pero que dejase en la práctica a Podemos como único partido de la oposición.

Por otra parte, tras al espectáculo que asistimos ayer en el Congreso, la voladura de los puentes entre PSOE y Podemos se hizo más que visible a través de la cal, y el tono empleado en el hemiciclo. Haber sacado del baúl de los recuerdos, el GAL, más de 20 años después, sólo puede servir para marcar más distancia con los socialistas y agredir a una de las vacas sagradas del PSOE, es decir Felipe González y su época de Gobierno. Todo el mundo es plenamente consciente de que en aquella época existió terrorismo de Estado, y que es una de las manchas que perduraran, al igual que los aplausos a Barrionuevo y Vera a su entrada de la cárcel, pero este ataque en este momentos es una dudosa estrategia política, no sólo porque impida un acercamiento al PSOE, sino porque quien pretende absorber al electorado socialista no puede permitirse el lujo de atacar de esa forma a uno de sus símbolos más recientes. En cualquier caso, es una simple muestra más, de la batalla por la hegemonía de la izquierda a la que asistimos.

Por su parte, Rajoy, que ayer dejó de lado su inactividad política para volver a dar señales de vida y subir el autoestima de los suyos, se mostró en todo momento despreciativo con la bancada socialista, y especialmente con el candidato Pedro Sánchez al que intento en reiteradas ocasiones de humillar. Rajoy sabe que gran parte del establishment le considera amortizado y que desearían la abstención del Partido Popular ante el pacto socioliberal, pero Mariano también sabe que si resiste puede vencer, y así lo evidenció ayer ante los suyos. La sorpresa del día, quizás, fue que Albert Rivera realizó un ataque frontal contra el presidente del Gobierno en funciones, al decir a los populares que este era un impedimento para ellos y para cualquier avance, a los que acabo pidiendo indisciplina frente a su líder.

Así que lo que tenemos es que Pedro Sánchez ha hecho historia, se convertirá mañana viernes en el primer candidato a presidente del Gobierno que fracasa en la investidura, pero ha servido para que el reloj comience a andar. Si Rajoy pretendió en su momento que el Rey forzase la interpretación de la Constitución con la ayuda del Consejo de Estado para convocar nuevas elecciones sin sesión de investidura ante el vacío que existía, Sánchez ofreciéndose para resolverlo ha puesto fin a ese entuerto y ha tenido su minuto de gloria con esta investidura que veremos como le pasa o no factura a partir del lunes.

Con la gran coalición descartada por el PSOE, y con cualquier posibilidad de diálogo sincero entre los socialistas y Podemos volados por los aires con la ayuda de la cal viva, todo hace indicar, salvo sorpresa mayúscula, que el 26 de junio volveremos a las urnas. Aun así, debemos ser conscientes de que dos meses en estos tiempos políticos dan para mucho, y cosas más raras se han visto.

Artículo publicado en Debate21.