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¿Y si el PSOE apela a la épica?

Desde que se restaurase la democracia en nuestro país, no ha habido momento más delicado para el PSOE que el actual, y decir esto a estas alturas resulta tan repetitivo como obvio, pero la situación no sólo no se ha revertido, sino que se alarga en el tiempo y evidencia un colapso que el 26 de junio puede llevar a un partido con 137 años de historia a ser mero juez en la asignación de gobierno a unos u otros.

El 20 de diciembre, se producía por primera vez en los últimos 40 años, que los partidos a la izquierda del Partido Socialista, sumaban ya más votos que el propio PSOE. La situación electoral desde entonces no es que haya mejorado mucho precisamente. Pedro Sánchez intentó formar gobierno y fracasó, y la alianza de Podemos e Izquierda Unida amenaza no solamente con superar al PSOE en sufragios, cosa que se da por hecho, sino también en escaños. Además de eso, es muy posible que los socialistas estén en estos momentos por debajo de los cinco millones de votos, a lo que las luchas internas y los procesamientos de Griñan y Chaves no ayudan a mejorar el panorama.

A falta de menos de un mes para las elecciones generales, con este contexto adverso y con una campaña electoral que se avecina polarizada por PP y Podemos, donde encima los discursos y las intervenciones de los dirigentes socialistas se centran más en defenderse y en resaltar los aspectos negativos de sus adversarios, que en potenciar sus propias virtudes y dar argumentos sólidos que motiven el voto hacia ellos. Llegados a este punto, ¿no es el momento en el que el Partido Socialista debería apelar a la épica y a su propio resurgimiento?. Si hay un partido en España que ha sabido reinventarse históricamente ese ha sido el PSOE. A falta de menos de un mes para la cita electoral, sus grandes problemas a medio plazo no van a encontrar solución, en cambio, si le queda aún espacio para salvar el punto de partido que tiene en contra. Si no lo hace, no habrá otro. Y si algo le falta en estos momentos al Partido Socialista, no es otra cosa que emoción y sentimiento. El cambio, por sí solo de poco sirve.

El PSOE debe marcar el ritmo de la disputa y hacer suyos los significantes centrales de la partida, hacer también que la misma se base en los ejes cambio-continuidad y en el viejo izquierda-derecha. En las horas más bajas debe ser capaz de revolverse contra sus adversarios e iniciar el contraataque. Para ello deben ser conscientes de sus flaquezas y sus fortalezas. El Partido Socialista, pese a todo, sigue siendo primera fuerza entre la franja de edad que va desde los 45 a los 65 años, y segunda entre los jubilados (única franja donde PP y PSOE suman aun más del 50% de los votos). Son también primera fuerza en los municipios que tienen entre 2.000 y 50.000 habitantes, y entre aquellos votantes que buscan su primer empleo. Y son segunda entre los parados, las amas de casa y los obreros. Estos son sus principales grupos focales y donde debe centrarse su estrategia y la batalla a librar.

El 20-D muchos jóvenes convencieron a sus padres y abuelos de votar morado, parte del éxito de la campaña del PSOE pasará también porque esa tendencia se invierta y sean los padres y los abuelos quienes convenzan a sus hijos y nietos de votar socialista. Ellos, y el 27,5% de votantes que estuvieron en la abstención en diciembre y que potencialmente eran voto al PSOE serán claves.

Para conectar con todos ellos el Partido Socialista deberá presentarse como el partido capaz no sólo de llevar a cabo la gestión, sino de transformar la realidad social, las instituciones y la situación política y económica que necesita el país. Para ello deberá presentarse como el partido más reformista de todos los que disputan la contienda electoral. 

Por otra parte, la partida se jugará por territorios, como Álava, Cáceres, Baleares, Tenerife, entre otros, donde los últimos escaños a repartir se disputarán por un puñado de votos. Esto deberá ir acompañado del intento de recuperar votos en las grandes ciudades, principalmente entre los segmentos de población antes apuntados. Todo ello, en unas elecciones donde uno de los temas centrales será la capacidad para llegar a pactos y formar gobierno.

Con toda esta situación, la estrategia del Partido Socialista debe pasar, en parte, por apelar a la épica que debe tener lugar en los momentos trascendentales y más ante la adversidad de los acontecimientos, empatizar con los votantes, acudir a elementos no tangibles como la ilusión y la emoción en el voto, y que los dirigentes socialistas tengan un mínimo de audacia. Todo ello es necesario si el PSOE pretende conseguir un resultado positivo.

Artículo publicado en El Confidencial.