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Islandia y la posible ruptura democrática

Este sábado se celebran elecciones en Islandia, serán las terceras desde el estallido de la crisis económica en 2008. Desde entonces, han gobernado el país una coalición de gobierno entre la Alianza Socialdemócrata (que ahora se hunde en las encuestas) junto al Movimiento de Izquierda Verde, resultante de las elecciones de 2009 y que suponía que por primera vez en la historia dos partidos de centro-izquierda ostentasen el poder. Posteriormente, los islandeses devolvieron la alternancia clásica al centro-derecha en 2013, en una nueva coalición de gobierno del Partido de la Independencia y el Partido Progresista. Pasado el colapso económico, esta nueva cita electoral se ha convertido en una oportunidad para quienes abogan en Islandia por una ruptura democrática desde nuevas formaciones políticas. El anterior primer ministro, Sigmundur Davíð Gunnlaugsson, se vio obligado a dimitir tras su aparición en los papeles de Panamá. Coincidió esa dimisión con el mayor porcentaje de voto al Partido Pirata en las encuestas, que después ha descendido en favor del Movimiento de Izquierda Verde.

Dejar atrás la Islandia surgida en la Constitución de 1944 es la dicotomía en la que se mueve la vieja y la nueva política islandesa. Es en este contexto en el que el Partido Pirata se ha convertido desde hace meses en actor principal de la política del país nórdico. Si en la actualidad cuentan con tres escaños y un 5,1% de los votos conseguidos en las elecciones de 2013, en esta ocasión puede obtener un resultado que ronde entre el 18% y el 22% de los sufragios. El Partido Pirata escapa de posicionarse en el eje izquierda-derecha, y opta por clasificarse como un movimiento que busca la profunda reforma del sistema.  Su programa se basa en propuestas generales sobre la libertad de información y de expresión, la privacidad en Internet, y por supuesto, en implantar mecanismos de democracia directa y participativa y avanzar en la transparencia institucional. El Partido Pirata está dirigido por la poeta Birgitta Jónsdóttir, diputada desde 2009 con El Movimiento y desde 2013 con el Partido Pirata.

La ambigüedad ideológica en el clásico esquema izquierda-derecha que el Partido Pirata pretende superar, deja espacio político a el Movimiento de Izquierda Verde, liderado por Katrín Jakobsdóttir, que resurge tras haber obtenido un 10,9% en las últimas elecciones, y también en parte por el desmoronamiento de la Alianza Socialdemócrata, que pasaría de tener 12,9% de los votos a perder más de la mitad de los mismos.

Enfrente, en el espectro de la derecha, se encuentra el Partido de la Independencia, ganador de las elecciones de 2013 con un 26,7% de los votos, y que lidera las encuestas compitiendo directamente con el Partido Pirata en un estrecho margen que hace que sea difícil vaticinar un ganador, pero que podría conducir a la reedición del triunfo electoral del Partido de la Independencia. Por su parte, el Partido Progresista, perdería tras el escándalo de Gunnlaugsson, más de 15 puntos, quedándose por debajo del 10% de los votos, tras haber sido segunda fuerza en 2013 con un 24,4%.

Una victoria clara del Partido de la Independencia, junto al Partido Progresista y el recién formado Partido Reformista, de centro-derecha liberal, podría conducir a la formación de un Gobierno de centro-derecha. La otra opción pasa porque los otros cuatro partidos, de los siete que estarán en el parlamento islandés, se pongan de acuerdo, es decir, la formación de un Gobierno entre el Partido Pirata, Movimiento de Izquierda Verde, Alianza Socialdemócrata y Futuro Brillante. No sería de extrañar, juntos gobiernan Reykjavík, la capital del país, desde 2014.

Mañana sábado, sabremos lo que los cerca de 240.000 votantes islandeses llamados a las urnas deciden, en lo que puede ser un nuevo caso de ruptura democrática, que aunque tratándose de un país de tamaño pequeño como es Islandia, atraería muchas miradas internacionales, como ya ocurrió en los años posteriores a 2008 con la denominada Revolución de las Cacerolas y el procesamiento de los banqueros culpables del colapso financiero que asoló al país.

Artículo publicado en Debate21.