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El papel de la emoción en el mensaje político

En la construcción de un mensaje político se reúnen diversos elementos dispersos, que no son otra cosa que los contenidos sociales presentes y cuya articulación supone la fabricación, que no invención, de un relato. Este relato necesita elaborar a su vez metáforas, símbolos, palabras, que en definitiva sean capaces de resumir que está pasando en un momento y en una situación concreta. Ahí es donde entra en juego el papel de la emoción en el mensaje político.

Existe una simplificación que realizan todos los actores políticos, y que consiste en traducir los diagnósticos a la intervención política, para lo que se requiere fabricar explicaciones simplificadas de lo existente, que sean capaces de influir en la toma de posiciones que la gente adopte sobre los problemas, haciéndonos decantar por una posición concreta.

Tanto el discurso, como la construcción del mismo, buscan crear una relación donde la emoción y la información están estrechamente vinculadas, Así, el mensaje político ha de indicar a los votantes qué les debe causar miedo o esperanza y qué hacer con esos sentimientos.

Las emociones no son una mera extensión del argumento, sino que le confieren fuerza y lo hacen más convincente al reorientar la atención y motivar al pensamiento a actuar. De esta forma, las emociones despiertan el razonamiento, enmarcan la comprensión y movilizan la acción bajo los marcos mentales transmitidos por el mensaje político construido.

El mensaje político busca conectar con emociones concretas que activen o desactiven las motivaciones que pueden llevar a el apoyo de actor político determinado. Así, los ciudadanos toman decisiones gestionando conflictos, muchas veces de forma inconsciente, entre su situación emocional y cognitiva, es decir, entre lo que sienten y lo que saben. La emoción juega de esta forma en el mensaje político como una dimensión de la inteligencia afectiva, y lleva a seleccionar en un acto reflejo la opción política a la que se le otorga preferencia.


Artículo publicado en Debate21.es