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Podemos-IU: Matrimonio para el sorpasso

A falta de escasos días para que finalice el plazo para evitar una nueva cita electoral y dando por hecho que el jefe de Estado, Felipe de Borbón, no tendrá un encuentro fructífero con los representantes políticos, empieza a tomar forma la alianza electoral que puede llevar a que finalmente Podemos e Izquierda Unida concurran juntos a las elecciones. Existe un mensaje generalizado en los medios de comunicación de que Podemos será el mayor perjudicado por unas nuevas elecciones, lo cual no deja de ser no solamente una afirmación de brocha gorda, sino que además se queda coja. En principio, unas nuevas elecciones perjudicarían claramente a toda la izquierda, incluido el PSOE, debido a que su electorado ha perdido el principal incentivo para votar, el cambio político, que se ha visto frustrado desde el pasado 20 de diciembre.

Caminamos así hacia un escenario, el del 26 de junio, que en las condiciones actuales y con los mismos candidatos, produciría un resultado semejante, sumado a la pérdida de movilización de la izquierda ya mencionada, volvería a dejar al Partido Popular como ganador, con un Ciudadanos que no crecería tanto como algunos desean creer. Es decir, un escenario de más de lo visto hasta el momento, que sólo sería desbloqueable por alguna modalidad de la hasta ahora impensable gran coalición que pasase por la abstención de uno de los dos, dado que el pacto PSOE-Podemos a día de hoy es impensable como ya se ha evidenciado debido a la lucha que ambos mantienen por el liderazgo de la izquierda.

Iglesias-Garzón

Ahora bien, los de Pablo Iglesias tienen en su mano la capacidad de romper la baraja y usar a Izquierda Unida para convertir en efectivo el sorpasso, ese mismo que sociológicamente ya se ha producido, donde un Partido Socialista con claros síntomas de colapso, tiene por primera vez desde la restauración democrática, a fuerzas políticas a su izquierda que suman más votos que ellos.

A medio plazo, Podemos no necesitaría para nada a una Izquierda Unida con cada vez menos representación institucional y mayores deudas económicas, que además sigue siendo identificada en buena medida con la izquierda del siglo XX por gran parte de los electores y que evidentemente ello será aprovechado por sus adversarios para intentar arrinconar a Podemos en la izquierda del tablero, poniendo así en riesgo la estrategia de la transversalidad y la articulación del discurso nacional-popular elaborado por Íñigo Errejón y que es en realidad la estrategia ganadora en el seno de Podemos, frente a otras provenientes de exmilitantes del PCE. También es evidente que la alianza generaría tensiones en el interior de ambas organizaciones, especialmente en IU donde el sector de Gaspar Llamazares y también el de Cayo Lara no lo ven con buenos ojos, partidarios de mantener las señas identitarias de su organización y conformarse con una estrategia que no da más ya de sí y que nunca ha dado grandes triunfos.

Si esta segunda vuelta que se avecina, llevaría en principio al PP a tener alrededor de 7 millones de votos y sobre 120 diputados, al PSOE a seguir en torno a los 90 escaños actuales, a Ciudadanos a quedarse con 40 y pico diputados y a Podemos alrededor de 50. La alianza Podemos-IU más las denominadas mareas haría saltar por los aires ese esquema. Recuperarían el centro del tablero y la atención de los medios, y lograrían el tan ansiado sorpasso en votos y no es nada descartable que también en escaños donde la suma de ambos les beneficiaría debido al sistema electoral, pero lo realmente importante no sería esa superación, sino el impacto que tendría en el sistema de partidos español. Y a partir de ahí comenzará la verdadera partida de ajedrez. Izquierda Unida acabaría por diluirse y Podemos sería la fuerza hegemónica de un nuevo espacio electoral en España ya existente, que es calificable como de ruptura. Ese espacio electoral está formado por más de 6 millones de electores actualmente, lo cual acabará siendo suficiente para disputar la victoria al Partido Popular, porque ese espacio de ruptura, además de caracterizarse por ser heterogéneo también cada vez es más amplio, puesto que está en crecimiento.

No nos debemos olvidar tampoco, que en España existe una batalla generacional enorme en cuanto al comportamiento electoral, donde el PP es cuarta fuerza política entre los menores de 50 y subsiste gracias al voto de los jubilados. Buen momento para advertir también, que la alianza Podemos-IU sería la primera fuerza entre los menores de 60. Y es precisamente en términos generacionales donde Izquierda Unida más le aportaría a Podemos, precisamente a incorporar votantes no pertenecientes a la generación de la democracia, los que van desde los 40 a 60, donde a día de hoy el PSOE sigue siendo primera fuerza. Si a eso le sumamos el sorpasso ya producido en Cataluña, (donde el PSOE lograba más de 15 escaños de ventaja frente al PP) o Euskadi, la situación del Partido Socialista debería ser más que preocupante para su élite dirigente. Ante unas nuevas elecciones, Pedro Sánchez poco más puede hacer que apelar a un relato donde él ha sido el que ha intentado lograr la investidura y apuntalar a su actual electorado e intentar recuperar votantes entre los mayores de 65 que le sirva para crecer respecto al 20-D.

Es obvio que nada está escrito y que quien puede parecer ganar corre el riesgo de acabar perdiendo, pero si algo hemos aprendido en este tiempo, es que en Podemos son magníficos estrategas electorales y que en un contexto de segunda vuelta con una nueva alianza es más que posible que acaben apelando a una nueva remontada y que el eslogan les funcione, aunque esta vez con Alberto Garzón y los suyos haciendo los coros. Mientras, Mariano Rajoy repetirá candidatura sin saberse muy bien como, después de perder diputados, de numerosos casos de corrupción y siendo desaprobado por gran parte de la población española. El PP apelará al voto útil y polarizará la campaña frente a Podemos, mientras intenta presentar a Ciudadanos ante los votantes de derechas como unos “vendidos a los socialistas”, estos por su parte, intentarán aprovechar su apariencia de pactistas. Con todo ello, cabe advertir por último, una vez más, que en ningún caso el sistema político español quedará reconfigurado en un corto periodo de plazo, pues al menos eso nos llevará una década antes de que nos salgamos del centro del tsunami en el que nos encontramos.

Artículo publicado en Asturias24 y Debate21.