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El PSOE en la encrucijada

PSOE

El 25 de mayo asistimos al peor resultado electoral del Partido Socialista desde que se restaurase la democracia, no por la distancia que lo separaba del partido en el Gobierno, sino por el descenso de eurodiputados, con una pérdida de 9 escaños, y sobre todo, la pérdida de votantes, quedándose apenas en 3.500.000 de votos, lo que se traducía en que nunca tan poca gente había votado al PSOE desde que se restableciese la democracia.

Desde el momento en que se cerraron las urnas y se conocieron los resultados, todas las miradas del Partido Socialista se centraron en sí mismo, dejando de lado el resultado electoral a nivel europeo, donde el PSE había sido incapaz de superar al PPE (pese a perder este más de 50 escaños en comparación con 2009) y por lo tanto el candidato socialdemócrata a presidir la Comisión Europea, Martin Schulz, quedaba sin opciones. También pasó a segundo plano la importancia que debería haber tenido los intentos de David Cameron y Angela Merkel de imponer un presidente de la Comisión que no hubiese sido designado como candidato, cometiendo así un fraude electoral ante la ciudadanía, lo cual aún está por ver su desenlace.

Al día siguiente, el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, desistía de seguir liderando el partido, pero lo hacía sin dimitir, convocando un Congreso Extraordinario para el mes de julio, es decir, que se iba, pero sin renunciar a controlar el proceso. Con este movimiento el PSOE estaba modificando la hoja de ruta que se había establecido y presentado a la ciudadanía como el acontecimiento que marcaría el resurgir del partido, que no era otro que las primarias abiertas. Se aseguraba así la dirección federal un proceso menos rupturista y una transición de las elites del  partido más controlada, con un Congreso a la vieja usanza, es decir, por delegados.

Con esta situación en la que los dirigentes del Partido Socialista no habían ni entendido, ni asimilado el mensaje que las urnas les había enviado, llegó Madina y se plantó ante los tutelajes de Ferraz, echando un pulso con el que nadie contaba y reclamando que se estableciese para el Congreso el sistema de “un militante, un voto”. Ante la presión de la militancia y de Federaciones como la asturiana o las Juventudes Socialistas, se acabó aceptando la propuesta del diputado vasco.

Pero no todo iba ser tan sencillo, al día siguiente varios barones autonómicos –Madrid, Valencia, La Rioja, Aragón, Canarias, Cantabria y Navarra- salieron a apoyar públicamente a la Presidenta andaluza, Susana Díaz, en un acto promovido en la sombra por el establishment del partido. Finalmente, quienes apostaban por la fórmula de “un militante, un voto” ganaron el pulso, eso sí, sin que antes se impidiese que Rubalcaba cediese ante las presiones de suprimir el tope máximo de avales a recoger, con lo que ello conlleva.

Como para entonces el PSOE ya tenía poco consigo mismo, llegó Juan Carlos y abdicó, abriendo una nueva brecha en el seno del partido entre partidarios de la República y de realizar una consulta a la ciudadanía y los temerosos de afrontar un debate, que tarde o temprano tendrá lugar.

Con todos estos frentes abiertos, el Partido Socialista debe afrontar el Congreso más determinante de su historia desde que se produjese el de Suresnes (1974). El problema del PSOE no es solo un problema electoral, sino que también lo es de proyecto, de redefinir los objetivos y métodos de la socialdemocracia en un país donde pese a la debacle electoral de los socialistas, ha ganado la izquierda en el cómputo global. La construcción europea, una reforma fiscal que haga de una vez por todas pagar más a los que más tienen y un ensanchamiento de la democracia que permita a la ciudadanía una mayor participación política deben ser objetivos primordiales del PSOE para volver a ser un instrumento principal de cambio y dar respuesta a todos esos ciudadanos, ya sean jóvenes, jubilados o desempleados, que ya han empezado a mirar hacia otros lados. En definitiva, la encrucijada en la que se encuentra el Partido Socialista ya ha llegado, y este tiene que escoger entre abrirse a la ciudadanía o seguir anclado en una estructura vieja y apolillada lejana a la sociedad.

Publicado en Asturias24.es