Saltar al contenido

Suecia evita el asalto ultra, de momento

Las elecciones generales de Suecia han dejado una victoria mínima para la actual coalición gubernativa rojiverde, al obtener ésta el 40,6% de los votos, tan solo tres décimas más que la Alianza de centro-derecha, la cual se ha quedado finalmente en un 40,3% de los sufragios. En escaños la diferencia entre ambas coaliciones solo es de dos escaños, 144 para la izquierda frente a los 142 de la derecha. Con los dos bloques en un empate técnico, lejos ambos de la mayoría absoluta, la gobernabilidad del país escandinavo pasa ahora porque estos bloques mencionados no se conviertan en monolíticos.

Los Demócratas Suecos, defensores de un discurso populista de ultraderecha, contrario a la Unión Europea y a la inmigración, han logrado un importante ascenso, que si bien es cierto que ha sido menor del que auguraban las encuestas, han logrado el 17,6% de los votos (4,5 puntos más) y 63 escaños (14 más que hace cuatro años). El partido de ultraderecha ha conseguido que el 19% de sus actuales votantes dejasen a los socialdemócratas para optar por ellos, al igual que el 18% que anteriormente votaba a la Alianza conservadora.

El país nórdico abanderado del Estado de Bienestar socialdemócrata, donde la izquierda ha ganado todas las elecciones, ve hoy como la misma amenaza que se cierne sobre otros países europeos también le acecha. La ultraderecha ha sido incapaz de alcanzar el poder en Suecia y sigue como tercera fuerza, pero su crecimiento y su protagonismo durante la campaña electoral han sido de tal magnitud, que la posibilidad de que condicionen la vida política sueca es ya una realidad.

El cordón sanitario que el resto de fuerzas democráticas habían ejercido sobre la extrema derecha sueca no ha impedido su avance. Si en los otros tres países escandinavos (Dinamarca, Finlandia, Noruega) la participacipación gubernamental de la ultraderecha populista la ha terminado por institucionalizar y generar en ella la perspectiva de un actor político más, el rechazo sueco tampoco ha evitado su crecimiento. La clave de este rechazo la seguirá teniendo el Partido Moderado de Ulf Kristersson, que tras unos malos resultados puede verse tentado a algún acercamiento.

El Partido Socialdemócrata sueco tiene la posibilidad de seguir gobernando en una Europa occidental donde solo sus homólogos español y portugués lo hacen. Ahora bien, que el actual primer Ministro, Stefan Löfven, siga liderando el ejecutivo es en estos momentos una incógnita, tras el peor resultado de su partido en el último siglo. En las últimas décadas, al igual que le han ocurrido a otros partidos socialdemócratas de su entorno, el terreno ganado por los partidos políticos a su izquierda y los ecologistas, sumado a un debilitamiento de la identidad obrera de sus votantes, ha acabado erosionando su base electoral. Además, como ya se ha apuntado en párrafos anteriores, el trasvase de antiguos votantes socialdemócratas hacia la extrema-derecha también se ha producido.

Suecia ha librado su particular batalla ante el auge de la ultraderecha populista, pero la fractura anti-establishment, con un componente crucial de rechazo ante la inmigración y las inseguridades del mundo globalizado que sienten buena parte de la población que opta por esta opción política, están ahí y se reproducen de forma similar a la de otros países como eje alternativo al izquierda-derecha clásico.


Artículo publicado en Debate21.es