A menos de un mes de las elecciones generales más trascendentales de los últimos tiempos, y con la campaña electoral aún sin iniciar, la aritmética parlamentaria que salga de las urnas y configure el Congreso de los Diputados determinará un escenario político completamente distinto al que hemos conocido desde 1982. En este nuevo tablero de juego estarán cuatro actores principales que ya todos conocemos: Partido Popular, PSOE, Ciudadanos y Podemos.
Tal y como parece previsible, y así coinciden todos los sondeos, la tendencia actual nos dice que el PP volverá a ganar las elecciones, pese a que por el camino se vaya a dejar un gran número de escaños y un alto porcentaje de votos. Además, el Partido Popular, por primera vez en su historia, está obligado a competir electoralmente en el espacio del centro-derecha con otro contendiente, que no es otro que Ciudadanos.
El Partido Socialista, por su parte, parece estancado en poco más del 20% de los votos. El PSOE, es sin duda el actor político que mayor dificultad encuentra en el nuevo escenario, ya que es el único que tiene a los otros tres como competidores directos. Debe competir con Podemos por la izquierda, con Ciudadanos por el centro, y con el Partido Popular como partido de Gobierno. Así pues, el PSOE está en estos momentos, en el mejor de los casos, en segunda posición. Si pretende revertirlo, tiene menos de un mes para ser capaz de agitar las conciencias y generar ilusión en el electorado para que apuesten por el cambio político, ya que al igual que ocurre en el fútbol, la política también es un estado de ánimo, y hasta ahora el Partido Socialista de Pedro Sánchez ha sido incapaz de ello, sin olvidar también, que apelar al voto útil en estos momentos resultará ineficaz.
Por su parte, Ciudadanos, lleva creciendo en intención de voto desde septiembre, y amenaza incluso con hacerse con la segunda posición, aunque a día de hoy, al menos en escaños, parece poco probable que lo consiga, aunque como resulta evidente, son los primeros interesados en que esta tendencia no se invierta.
Ciudadanos, que irrumpió allá por el mes de enero de forma tan significativa conllevó sumar un cuarto contendiente a la disputa, y siendo un partido emergente (pese a llevar 10 años en Cataluña y haber fracasado en las Generales de 2008 y las Europeas de 2009), supuso un duro revés para Podemos. La promoción de Ciudadanos desde diversos círculos de poder y medios de comunicación, coincidió, y no es casualidad, con un enero donde Syriza ganaba las elecciones generales en Grecia, y Pablo Iglesias y Podemos hacían una demostración de fuerza, posiblemente innecesaria, el 31 de enero en lo que denominaron la “Marcha del cambio”. En aquel entonces, Podemos estaba en condiciones, de al menos ser primera fuerza de la izquierda. Entre el acoso y derribo que se les hizo, el desgaste de estar en la palestra, sus contradicciones, las disputas internas de las “dos almas” y asuntos tan mal gestionados como el de Monedero o querer llevar la contienda política a cuestiones tan concretas como la económica con aquel programa presentado por Vicent Navarro y Juan Torres, hicieron el resto. La irrupción de Ciudadanos asestó un golpe a Podemos del que ya no se iba a recuperar. Si Podemos pretendía articular un nuevo sujeto político, aquello que en el nacional-populismo supone “construir pueblo” (tal y como el propio Errejón titularía su libro junto a Chantal Mouffe), donde el pueblo no era otra cosa que “los de abajo” que se enfrentan a la élite o a la casta. Pues bien, Ciudadanos impide que este nuevo sujeto político siga creciendo, pues devuelve el eje político al izquierda-derecha, frente al abajo-arriba que formula Podemos, y además rompe el voto indignado o de rechazo al bipartidismo entre reformistas y rupturistas. Con todo esto, Podemos no está en condiciones de asaltar los cielos, ni mucho menos. La formación de Pablo Iglesias rondará el 15% de los votos el 20 de diciembre, lo que con el actual sistema electoral le dejará entorno a los 45 diputados.
El tablero político que saldrá del 20D no es anómalo, en realidad nos iguala bastante a Europa, al dejarnos un partido conservador, uno liberal, uno socialdemócrata y otro rupturista o nacional-popular.
Por su parte, el Partido Popular estará en condiciones de gobernar, pero muy lejos de la mayoría absoluta, así que necesitará de apoyos, aunque sean puntuales.
Albert Rivera en principio afirma que no apoyará a nadie en la investidura que no sea el mismo. Llegado el momento, quizás pueda hacer (al estilo de la CUP) una petición de sustituir a Rajoy por otro candidato como requisito previo para apoyar al PP, aunque parece esta hipótesis poco probable. Por otra parte, para Rivera la única opción de llegar a la Moncloa pasa por conseguir en este mes convertirse en la segunda fuerza política tanto en votos como en escaños, y conseguir el apoyo de un PSOE, que de ser tercero estaría en una situación más que delicada. Además, este escenario sería ideal para Podemos, ya que se quedaría como el principal partido de la izquierda en la oposición.
Pedro Sánchez tiene la posibilidad de ser segundo, y conseguir apoyos puntuales, tanto de Ciudadanos como de Podemos. Pero para lograr la Moncloa debería superar antes la investidura, y también claro está, conseguir más de 100 diputados, con menos y en un escenario a cuatro, resulta impensable que se pueda gobernar. Mientras que a Podemos, en cualquiera de los casos, le toca esperar errores de los demás.
Con todo ello, nos enfrentamos a la campaña electoral más decisiva de los últimos tiempos, el resultado está aun bastante abierto y no son descartables cambios en las tendencias que puedan deparar resultados poco previsibles a día de hoy. Aun así, lo que ya está claro, es que estas elecciones suponen el inicio de un nuevo ciclo, que durará entre 8 y 10 años, hasta que el nuevo escenario político quede reconfigurado por completo, ya que aun estamos asistiendo a una mera fase de la transformación. Así pues, este 20D supone el inicio de la partida.
Artículo publicado en Bez y Asturias24.