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Populismo de derechas en los viejos países comunistas

En los últimos años, la presencia de partidos populistas de derechas en Europa no ha hecho más que aumentar. Este auge tiene relación directa con la crisis económica que asola Europa desde 2008, y cuya reacción a la misma consistió en políticas neoliberales orquestadas desde los organismos internacionales y comunitarios. Las consecuencias de la crisis económica y de estas políticas llevadas a cabo han sido especialmente graves, al provocar un aumento de las desigualdades y de la pobreza. Todo ello ha aumentado el distanciamiento entre las élites políticas y económicas y la mayoría de la población. Si a todo esto le sumamos una Unión Europea que no avanza en términos de integración, que casi siempre resulta lejana e insensible a los problemas sociales, tenemos el caldo de cultivo ideal para este populismo de derechas.

Diferentes motivos explican este ascenso de los partidos de extrema derecha. Por un lado, la lejanía con el período de entreguerras ha borrado en gran medida cualquier sentimiento de culpabilidad por parte de la ciudadanía si apoyan estas formaciones. Por otro lado, el descontento con la globalización y sus consecuencias indeseadas generan un sentimiento de perdedores en la misma. Así, estos partidos han aprovechado constantemente la criminalización de la inmigración para capitalizar el descontento de aquellos ciudadanos que no se sienten cosmopolitas en absoluto y que temen que la llegada de inmigrantes les deje sin trabajo o empeore sus condiciones de vida.

A todo ello, hay que sumarle el colapso de los partidos socialdemócratas y democristianos que un día vertebraron Europa y que han dejado de atraer a los jóvenes. Así se forma un contexto ideal para el surgimiento de este tipo de partidos. En igual forma, también ha ayudado un cierto lavado de cara de los partidos, quienes por norma general han suavizado sus posicionamientos anteriores, si bien de forma más estética que en cuanto al contenido.

Todo ello sumado a la frustración de la población, a la deslegitimación de las instituciones políticas, el malestar frente al establishment y la explotación de las inseguridades de la población por parte de los partidos de extrema derecha que buscan chivos expiatorios fácilmente identificables en la inmigración extracomunitaria o en los países de la Europa del sur, en busca de captar un sentimiento identitario y excluyente. Todos estos partidos ya triunfan desde el momento en que en temas como la ya mencionada inmigración son capaces de marcar la agenda política.

Ahora bien, no todo lo que se califica de populismo lo es. Hay que ser conscientes de que el término es usado frecuentemente en Europa como sinónimo de demagogia, lo cual añade connotaciones negativas de por sí al calificativo de forma interesada.

El PiS: un partido ultraconservador en el gobierno polaco

En las elecciones legislativas polacas celebradas el 25 de octubre de 2015, el partido Ley y Justicia (PiS) cosechó el 37,7% de los votos y 232 escaños que se traducen en una mayoría absoluta para el partido de Jaroslaw Kaczynski, la primera que ha tenido lugar en Polonia desde la caída del régimen comunista. Ley y Justicia es una formación política de ideología nacionalista y conservadora, que se encuentra integrada a su vez en el Parlamento Europeo en la Alianza de los Conservadores y Reformistas. Así pues, la mayoría obtenida en las dos cámaras legislativas, le valió a Beata Szydlo, su candidata, para ser nombrada Primera Ministra por el presidente de la República, Aderzj Duda (también perteneciente a Ley y Justicia y elegido Jefe de Estado en los comicios presidenciales de mayo del pasado año).

Quien dirige al país en la práctica es Jaroslaw Kaczynski, líder del partido Ley y Justicia, el cual ha construido y promovido un relato político basado en la revancha de una Polonia arruinada, a través del cual pretende reorganizar las estructuras del propio Estado. Más allá de asumir como propias las preocupaciones económicas y sociales de los polacos, Kaczynski ha sido capaz de polarizar las divisiones ya existentes entre liberales y conservadores con el objetivo de obtener réditos políticos de ello. Al igual que alentado con éxito teorías conspirativas, en las que supuestamente estaría involucrada la Rusia de Vladimir Putin, en el accidente del avión Tu-154 en 2010, que tuvo como consecuencia el fallecimiento de 90 personas, entre ellas la del Presidente de la República en aquel momento, su hermano gemelo, Lech Kaczynski.

Los ejes fundamentales sobre los que se mueve la política del PiS son: potenciar la identidad nacional y religiosa, las tradiciones polacas, y reivindicar una soberanía socavada por Bruselas y Berlín. Consideran que la democracia liberal imperante en Occidente es frágil y que para hacer frente a los riesgos y enemigos actuales se debe construir un gobierno que tenga la fortaleza necesaria y sea capaz de adoptar las medidas correspondientes para ello. Así mismo, los asuntos morales, culturales e históricos juegan un papel central en el discurso del PiS. Valga como muestra de ello la reforma de la ley del aborto que pretenden llevar a cabo, la cual prevé penas de cárcel para quien decida abortar.

Es más que evidente que existe un rechazo frontal a los valores de Occidente, y que en esa línea se pretende tanto revisar la historia y la memoria colectiva, como los relatos y símbolos que la constituyen, sin olvidarse de controlar los medios de comunicación públicos. Respecto a estos últimos, precisamente el gobierno polaco ha decidido someterlos a reforma para que los cargos ejecutivos de los mismos dependan del propio Gobierno y no de un organismo independiente como venía ocurriendo hasta ahora, mermando así la independencia y la imparcialidad de los medios de comunicación de titularidad pública con el objetivo de que pasen a ser un instrumento más en manos del Ejecutivo. También las comunicaciones particulares de los ciudadanos están más vigiladas, dado que el Gobierno ha otorgado a las agencias de seguridad y a la policía más capacidad para controlarlas. Por otra parte, se ha puesto al frente de los servicios de seguridad de Polonia a Mariusz Kaminski, condenado a tres años de prisión por abuso de poder y que ha sido indultado por el Presidente de la República. Además, una nueva ley permite al Gobierno ocupar puestos clave de la Administración, colocando al frente de los mismos a quienes desee el Ejecutivo. Por último, el relato construido por el PiS también se asienta en una lucha contra una élite tildada de heredera del régimen comunista, a la que se considera que tiene una importante red para influir en los asuntos políticos y económicos, de esta forma queda justificada la lucha del partido Libertad y Justicia contra la élite política y el establishment.

Además de las ya mencionadas, si hay una reforma que encontró un rechazo masivo entre buena parte de la población, esa fue la del Tribunal Constitucional. Siguiendo con la práctica comenzada por el anterior gobierno de Plataforma Cívica, principal partido de la oposición, y hasta ahora en el poder, el actual Gobierno nombró más miembros del Tribunal Constitucional de los que le correspondían, cinco en lugar de dos. La cosa no quedó simplemente ahí, sino que el Tribunal se ha reformado para que las cuestiones sobre las que se deba pronunciar se resuelvan por orden de entrada en lugar de en virtud de la importancia del asunto. Así pues, las cuestiones que pudiesen surgir por la labor del gobierno actual, tardarían años en ser juzgadas, por poner sólo un ejemplo de sus consecuencias.

El camino iniciado en Polonia recuerda inevitablemente al seguido por la Hungría de Viktor Orban. Ahora bien, existen diferencias sustanciales como para asegurar que vaya a triunfar en Polonia, donde la victoria electoral se debió más al colapso del gobierno liberal que a un giro de la opinión social. De momento las reformas aprobadas ya por el gobierno ultraconservador generan que más de un 50% de los polacos considere que el estado de derecho esté en riesgo y de hecho la Unión Europea expedientó a Polonia por ello.

La Hungría de Orban

La Fidesz-Unión Cívica Húngara, es el partido gobernante en Hungría desde 2010, ostentando su presidente, Viktor Orban, el cargo de Primer Ministro. Fundada en 1988, la Fidesz (Fiatal Demokraták Szövetsége, Alianza de Jóvenes Demócratas), fue originalmente una organización juvenil libertaria y anticomunista. En la actualidad poco tiene que ver con sus orígenes, dado su actual nacionalismo conservador y su política antiinmigración que ya ha generado el rechazo de Bruselas.

Orban acumula ya tres legislaturas en el poder como líder de Fidesz: ahora dos consecutivas desde 2010 y ya antes entre 1998 y 2002, pero lo relevante es ver su evolución ideológica. Orban se hizo popular en Hungría antes de la caída del bloque soviético, cuando intervino durante una ceremonia en honor a Imre Nagy, primer ministro húngaro ejecutado tras liderar la revolución magiar de 1956 contra el régimen soviético y les dijo que deberían abandonar el país junto al ejército. Hoy, en cambio, es partidario de un acercamiento con la Rusia de Putin.

Orban comenzó su carrera como un liberal extremo, con una agenda prooccidental, antirrusa y anticlerical, para acabar convertido en un populista. El giro comenzó cuando el primer partido en el gobierno durante la transición húngara, el conservador Foro Democrático por Hungría perdió apoyo, dejando un vacío político en el centro-derecha. Durante 1993 y 1994, Orban y su partido se movieron hacia la extrema derecha. En la actualidad se posiciona a sí mismo como conservador cristiano. Su gestión de la denominada como crisis de los refugiados, con el cierre de fronteras y el establecimiento de alambradas, será recordada durante mucho tiempo.

Pero el partido de Orban no es el único populista de extrema derecha en Hungría, que también cuenta con la presencia de Jobbik (Movimiento por una Hungría Mejor). Se trata de un partido de extrema derecha con claros tintes filofascistas, como así refleja la organización, simbología y vestimenta de su organización paramilitar denominada “Guardia Húngara”. Se define a sí mismo como un partido radical, conservador, cristiano y patriota, cuyo objetivo es la defensa de los valores e intereses húngaros dentro de sus fronteras y de la extensa comunidad magiar que reside en los países cercanos, para los que pide la autodeterminación. Sus fobias principales son los judíos y los gitanos. Fundado en 2003, en las últimas elecciones europeas consiguió un 14,7% de los votos.

Partidos populistas en Chequia y Eslovaquia

En la República Checa, Ciudadanos Descontentos, fundado por el multimillonario Andrej Babis (el segundo hombre más rico del país), ha hecho tambalearse al sistema de partidos checo. En 2013 lograban el segundo puesto con el 18,7% de los votos y a menos de dos puntos porcentuales de los socialdemócratas. El principal eslogan de su campaña electoral fue “No somos políticos, nosotros trabajamos”, con lo que ha respondido a la generalizada desilusión ciudadana con la clase política checa, sacudida desde hace años por escándalos de corrupción.

Por su parte en Eslovaquia, el Partido Popular-Nuestra Eslovaquia logró en enero un 8% de los votos con un discurso de ideología filonazi. Ahora cuentan con 14 de los 150 escaños del Parlamento. La formación liderada por Marian Kotleba ha conseguido así por primera vez representación parlamentaria triplicando sus votos, tras una campaña en la que ha protagonizado marchas contra la minoría gitana.

La Hermandad Eslovaca, el antiguo partido de Kotleba, usaba uniformes negros similares a la Guardia Hlinka del régimen nazi eslovaco de 1939-1945. El partido fue ilegalizado en 2006 por fomentar el odio. Kotleba fundó entonces un nuevo partido, cambió el uniforme por la americana y las marchas filonazis por un discurso antigitano, antiinmigración y anticorrupción, acompañado por supuesto de un rechazo a la UE. También se muestran contrarios a las uniones de personas del mismo sexo. Con estas premisas se han convertido en el partido preferido por los primeros votantes.


Artículo publicado en Beerderberg [ISSN 2385-5339] Nº12. Pp. 39-42 (2016.10)