La victoria orgánica de Pablo Iglesias en la Asamblea de Podemos ha sido indiscutible. El actual Secretario General de la formación ha revalidado su cargo y ha logrado que su proyecto se haya impuesto al del hasta ahora su número dos, Iñigo Errejón. Si en la consulta de diciembre, relativa a la organización de Vistalegre 2 el triunfo de Iglesias había sido por dos puntos, en esta ocasión el porcentaje ha aumentado con creces. Errejón mantiene más de un 30%, un apoyo alto, pero insuficiente para imponer su hoja de ruta dentro de la organización. Por su parte, los anticapitalistas lograron el 13% de los votos y dos puestos en el Consejo Ciudadano de Podemos (de donde habían quedado excluidos en el Vistalegre original), uno de ellos el de Miguel Urbán, cofundador del partido, que participará por primera vez en la dirección orgánica del mismo.
A partir de estos resultados, Iglesias deberá elegir entre integrar a cambio de ceder ciertas parcelas de poder o por el contrario llevar a cabo una purga interna que desaloje por completo a los dirigentes cercanos a Errejón. Lo que indudablemente si hará, ya que tiene motivos suficientes para ello y el poder necesario, será controlar toda la estructura orgánica e intermedia de Podemos, que hasta la salida de Sergio Pascual de la Secretaría de Organización, había sido controlada por el propio Errejón, que fue quien la montó mientras Iglesias estaba de eurodiputado en Bruselas, y a través de la cual, muchos de ellos se organizaron posteriormente como sector crítico.
Falta por saber cómo se compondrá la nueva ejecutiva y si finalmente el propio Errejón abandona la Secretaría Política y la portavocía en el Congreso. La primera se da por segura, la segunda está en el aire, aunque todo hace indicar que también será así, dado que quien no comparte la línea estratégica, no tiene sentido que siga ocupando semejante puesto, para el cual ya suena Irene Montero, que además supondría dar más protagonismo a las caras femeninas del partido.
Por todo ello, la ansiada unidad reclamada por los asistentes a Vistalegre, que también usaron el grito como reproche a Errejón, como si lo considerasen culpable de la falta de la misma, está por ver si tiene lugar o no. Ahora bien, lo que está claro es que la facción ganadora, como siempre ocurre, tendrá el compromiso de llevar a cabo lo que ha estado defendiendo. Esto supone que por lo pronto, la “camarilla de Pablo Iglesias”, como algunos los habían calificado , en alusión a la propia Irene Montero, Rafa Mayoral o Juanma del Olmo, toman por completo el control orgánico del partido y se producirá el temible giro a la izquierda y la pérdida de la transversalidad, en una estrategia que opta más por mantener las actuales bases electorales en lugar de ampliarlas.
La unidad reclamada dependerá, en parte, de las ganas de confrontación de Iglesias y los suyos y de las ganas de correr riesgos o si prefieren, por el contrario, compromisos y construir un espacio plural, en un partido que tiene una enorme herida abierta ahora mismo. Vistalegre 2 ha sido el triunfo de las opciones conservadoras al no irse a un escenario de salida de Iglesias y optar por esa conservación de las bases, es decir, se opta por una estrategia de resistencia, como el sector errejonista califica acertadamente, una estrategia de defensa en lugar de la ofensiva que propugnaban.
Iglesias lo apostó todo en los últimos días previos a Vistalegre 2, llegando incluso a amenazar con abandonar el escaño de diputado si no lograba el triunfo. Pues bien, ese triunfo ha sido claro y ahora le toca garantizar el futuro de un Podemos que a día de hoy se encuentra divido, tanto entre sus dirigentes, sus bases, como entre los votantes. Una ardua labor, para el dirigente político peor valorado en este país, que en cambio es aclamado mayoritariamente por los suyos. El tiempo dirá también si trabaja para reconstruir su figura o por el contrario allana el camino para que otra sea quien pueda optar a la Moncloa con garantías de éxito.
Artículo publicado en La Voz de Asturias y Debate21.es