El adelanto electoral madrileño va a marcar el devenir político de España. Convertidos en una reválida por la presidenta popular Isabel Díaz Ayuso, estos comicios tienen el objetivo de aprovechar el hundimiento de Ciudadanos y su alta competitividad frente a Vox para realizar una suerte de reagrupamiento de la derecha española y marcar la línea a seguir del PP como aspirante al gobierno de España. Una cita electoral que ha pillado a la izquierda a contrapié y en la que esta se va a jugar, no solo el intento de desbancar al PP tras veinticinco años en el gobierno autonómico de Madrid, sino también su futuro más inmediato.
El movimiento de Iglesias centraliza el debate
La salida del gobierno de Pablo Iglesias ha sido hasta el momento el único movimiento audaz en el bloque de los partidos de la izquierda. Ante un escenario en el que Unidas Podemos aparecía al borde del 5% en estimación de voto en los sondeos publicados en aquel momento y, por lo tanto, con riesgo de quedarse fuera de la Asamblea madrileña, la decisión de Iglesias transformó la expectativa electoral de la coalición y la de la izquierda en su conjunto. Además, ha facilitado el relevo en el liderazgo nacional de la coalición en Yolanda Díaz, quien disfruta de altas tasas de popularidad entre el conjunto del electorado y, también, entre los votantes socialistas.
La maniobra del líder de Unidas Podemos, no solo alteró el horizonte electoral, sino que también ha transformado la propia precampaña arrebatando a Ayuso el papel protagonista del que gozaba en exclusividad. La propia presidenta popular contribuyó a esto cuando centró sus ataques en Iglesias. Este intento de movilizar al electorado de derechas apelando al rechazo que genera en ellos el candidato de UP no deja de fomentar su protagonismo y le coloca en el centro del debate, lo cual contribuirá a una mayor participación del electorado de izquierdas en la jornada del 4 de mayo.
La candidatura de Iglesias es también una amenaza para el espacio electoral de Más Madrid. El rechazo de la lista encabezada por Mónica García para concurrir conjuntamente se entiende como el comportamiento esperado de un actor político que carecía de incentivos para confluir con Unidas Podemos. Por el contrario, la conservación de su espacio político y su autonomía organizativa —de un partido cuya perspectiva electoral le situaba, ya no solo dentro del parlamento autonómico, sino con capacidad para competir con UP— eran motivos más que suficientes para que el rechazo de la unidad de la izquierda fuese lo esperable.
Más Madrid superó a Unidas Podemos en 2019 con Íñigo Errejón como cabeza de cartel. Tras su salida de la Asamblea madrileña, la formación renovó su liderazgo en la figura de García, quien se consolidó como una buena parlamentaria mientras su formación configuraba su propio espacio. Ahora bien, su tirón electoral es una incógnita. Las dificultades con las que se encuentra la candidata pasan por haber dejado de ser antagonista de Ayuso, como sí conseguía hacer desde la Asamblea. A su vez, tiene en Unidas Podemos y el PSOE sus principales competidores electorales ante los que evitar perder votantes.
En esta tesitura, la existencia de las tres candidaturas en el bloque de la izquierda no tiene por qué ser perjudicial en términos electorales, siempre y cuando no realicen una campaña de total confrontación entre ellas. Recuérdese que el sistema electoral no perjudica por sí mismo esta fragmentación, siempre y cuando se supere la barrera electoral del 5%. Ahora bien, lo que sí se ha perdido es la oportunidad de generar un impulso psicológico basado en la ilusión de consolidar una candidatura unitaria tras un periodo de fractura y disputas en el seno de la izquierda.
La presencia de Iglesias en la contienda madrileña no es solo una amenaza para Más Madrid. Su candidatura contribuye a salvaguardar el espacio político de Unidas Podemos. Un fracaso electoral en Madrid podría haber contribuido a que este espacio político se abriese a la reconfiguración en el ámbito nacional. Por el contrario, si finalmente consigue imponerse y logra estar por encima de Más Madrid, la viabilidad del proyecto errejonista quedará gravemente cuestionada y reducida a la capital madrileña, en la que, además, es primera fuerza del consistorio por una coyuntura heredada de la candidatura de Manuela Carmena. Todo esto, en un contexto en el que Más País, tras las elecciones generales, renunció a dotarse de estructura orgánica fuera de Madrid —salvo las excepciones recientes de Andalucía y Murcia— y ha mostrado un discurso ambivalente entre decantarse por una estrategia nacional-populista o ecosocialista.
El PSOE intenta captar voto moderado
El Partido Socialista ha diseñado su estrategia de campaña electoral con el objetivo de maximizar sus votos en el espacio del centro ante la caída de Ciudadanos para evitar que la mayoría del electorado de la formación naranja acabe en las filas del PP. Esta línea, en la que se pretende situar al PSOE en una posición más centrada, se ha hecho palpable desde que Ángel Gabilondo fue confirmado como el cabeza de cartel electoral.
De forma explícita, los principales miembros de la candidatura socialista han sostenido que el bloque de la derecha y la izquierda se encuentran empatados y que será el antiguo electorado de Ciudadanos quien decante la balanza. También se ha hecho manifiesto un distanciamiento hacia Unidas Podemos en declaraciones como las de «con este Pablo Iglesias no» realizadas por el propio Gabilondo, en las que sostenía que no formaría gobierno de coalición con el candidato de Unidas Podemos. Ambos movimientos, tanto el desplazamiento hacia el centro como el distanciamiento respecto a Unidas Podemos, dejan un amplio espacio a la campaña electoral que puede desplegar la coalición morada.
La estrategia socialista ambiciona captar ese votante moderado que ante el declive de Ciudadanos puede optar por el talante de Gabilondo. Un movimiento que tiene sus riesgos, siendo el principal la desmovilización o pérdida del electorado del PSOE más ubicado a la izquierda. Conviene recordar aquí que el electorado de Ciudadanos en Madrid es un votante más escorado a la derecha que el conjunto de su electorado en el ámbito nacional —los barómetros postelectorales del CIS de las elecciones autonómicas de Madrid en 2019 y las generales de noviembre muestran una ubicación media del votante de Ciudadanos situado en el 5,8 y 5,3, respectivamente—. Un votante que, además, ya abandonó mayoritariamente a Ciudadanos en dirección al PP y Vox en la caída electoral de noviembre de 2019 —en esas elecciones Ciudadanos perdió más votantes a favor de Vox que los que fueron transferidos al PSOE—.
En esta clave hay que entender los anuncios de no subir impuestos realizadas por Gabilondo —también el de Ayuso de rebajar nuevamente el IRPF—. Un intento por atraer a ese electorado acomodado que ha votado a Ciudadanos y al que Podemos le genera rechazo, pero que nunca optaría por Vox por sus posicionamientos respecto a valores postmaterialistas. Entre estos votantes se encuentran los que Jorge Dioni ha calificado como ‘pauers’, que no son otra cosa que «aquellas parejas de profesionales de origen español de unos cuarenta y tantos años con dos hijos menores de edad y cuyos recursos económicos se basan en dos fuentes de ingresos regulares y la estabilidad de una red familiar». El problema aquí para los socialistas reside en que este tipo de votante —alejado de la idea de comunidad y la igualdad de oportunidades— difícilmente va a optar por un PSOE que gobierna conjuntamente con Unidas Podemos en el Estado y contra el que el PP madrileño ha basado buena parte de su actuación política.
Se da otra paradoja. Las opciones de los socialistas pueden pasar por necesitar a Ciudadanos para alcanzar el ejecutivo madrileño si estos consiguen finalmente representación parlamentaria. En este caso, el Partido Socialista es consciente de que tendría que apostar por un gobierno minoritario apoyado parlamentariamente por Unidas Podemos, Más Madrid y Ciudadanos. Opción remota que figura como la única alternativa viable para desbancar a Díaz Ayuso si los tres partidos de la izquierda no alcanzan los 69 escaños. Escenario, este último, que requiere a su vez que Ciudadanos esté fuera del parlamento.
Ayuso y la viabilidad de una estrategia trumpista para el PP
Una vez que la moción de censura en Castilla y León ha fracasado y que el gobierno autonómico de Murcia se ha revalidado —compra de tránsfugas incluida— el PP se juega su futuro más inmediato en la plaza madrileña. Con el adelanto electoral, Ayuso busca deshacerse de Ciudadanos y ocupar su espacio, a la vez que pretende dejar relegado a Vox como mero actor subalterno en el bloque de la derecha. Conservando el gobierno y teniendo lugar ambas cuestiones apuntadas, el PP madrileño llegaría a 2023 siendo hegemónico en su espacio y con todo de cara. Además, Ayuso se consolidaría como el referente del PP ante un Casado cuyo liderazgo sigue cuestionado.
La máxima esperanza de la dirección nacional del PP ante la cita electoral pasa por un resultado humillante para la izquierda que, sumado al colapso de Ciudadanos, revierta por completo el tablero político nacional. Un PP que ahora tiene a su único competidor a su derecha, por lo que los incentivos para radicalizar su discurso con el objetivo de anular a Vox son máximos. Más teniendo en cuenta que la capacidad competitiva de Ayuso frente a la formación ultraderechista se ha basado, precisamente, en este desplazamiento hacia la extrema derecha haciendo propios posicionamientos de los de Santiago Abascal.
Ayuso ha diseñado un marco de campaña ganador en el que sus adversarios, en mayor o menor medida, han caído. La presidenta autonómica estableció la falsa elección entre «comunismo o libertad» en la que el PP aparece como la salvaguarda de las libertades públicas en un territorio como el madrileño. Máximo exponente del neoliberalismo español durante las últimas décadas.
Que el marco sea una falsedad no quiere decir que no sea efectivo apropiarse de su significado e identificarlo con su marca electoral. Además, no solo es el concepto de libertad, dado que este mensaje está íntimamente ligado con el modo de vida madrileño. En él subyace una idea de alegría y esperanza vinculada a la antigua normalidad de la vida social en la calle y en los bares. Ambas cuestiones han sido enlazadas en un reciente spot del PP con el que pretende no solo lograr el voto de los hosteleros, sino también ofrecer un horizonte al votante medio.
Ante esto, a la izquierda solo le queda intentar cambiar el marco en el que va a discurrir la campaña. Entrar a rebatir esta idea de libertad, jugando a la contra y apelando a la moral, a la mala gestión de Ayuso o a las cifras relativas a la pandemia solo le llevará a la derrota en un escenario que le han diseñado, precisamente, para que pierda. Las fuerzas de izquierda deben apostar por liderar un proyecto atractivo, de futuro, capaz de generar ilusión y ambicionando ganar mientras alejan el centro del foco de la actual presidenta madrileña.