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Juventud, ¿divino tesoro?

El pasado 12 de agosto se celebraba el día internacional de la juventud. Argumentos para la celebración hay pocos, más bien para la reivindicación. España, con un desempleo juvenil superior al 55%, el más alto de la zona euro, ve como toda una generación, preparada como ninguna antes en este país, se pierde, convertidos en outsiders permanentes, parados o precarios, sin ninguna perspectiva de futuro o de cambio, y lo que es peor, sin que este alto desempleo sea un asunto principal en la agenda política española.

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Con el inicio de la crisis y los recortes que se han llevado a cabo, la juventud ha sido uno de los sectores poblacionales más perjudicados, mientras otros mantenían su situación de confort. España, que cuenta con un Estado de bienestar poco redistributivo,  caracterizado por beneficiar a los pensionistas y trabajadores insiders, en detrimento de los jóvenes, teniendo como consecuencia directa de ello, por ejemplo, que la emancipación juvenil sea excesivamente tardía, actuando las familias como protectoras ante la ausencia pública, creándose de esta forma una tendencia a dejar en manos de las familias capacidades que serían asumidas por el Estado, en caso de contar con un Estado de Bienestar más desarrollado. Así mismo, el ciclo vital de un joven no resulta en la mayoría de los casos lineal, entre mezclándose las etapas de estudios, trabajo, y creación de una familia, como nunca antes.

En lo que respecta al mercado laboral, existe en este una clara dualidad entreinsiders, trabajadores que poseen trabajos protegidos y regulados, y losoutsiders, siendo estos los desempleados o empleados precarios, que a su vez son trabajadores con edades al borde de la jubilación, mujeres, y de manera muy significativa pertenecen a este grupo los jóvenes.

El peso tan elevado que los pensionistas han llegado a tener en las democracias occidentales, incluida la nuestra, les capacita como los grandes influyentes en la competición electoral de los partidos políticos, impidiendo así cualquier intento de superar el sistema de redistribución en contra de sus intereses. A ello hay que sumar, el envejecimiento progresivo y absoluto en los partidos políticos. Podría pensarse que es acorde al envejecimiento de la población, pero el problema va más allá, residiendo en la práctica totalidad de ausencia de jóvenes en los órganos legislativos, a lo que hay que añadir que además, los pocos que están, no ocupan puestos de gran responsabilidad política o decisión. No es que exista un problema con el tránsito de las élites en los partidos, sino que el verdadero inconveniente, es la imposibilidad de acceso de los jóvenes a la propia élite orgánica e institucional.

Si hay una nota característica de los outsiders en general, y de los jóvenes en particular, esa es la falta de organización como conjunto, más allá de momentos o acontecimientos determinantes, ya no solo como grupo de presión, sino también electoral, y sobre todo la falta de interlocutores válidos con las instituciones. Otro factor a tener en cuenta es que, pese a la alta politización de la juventud, esta es poco activa en términos de afiliación y participación electoral. Ya no solo importan poco por ser menos, sino que también porque participan poco.

En definitiva, se requiere que la juventud adquiera mayor conciencia de pertenencia de grupo, pese a ser un sector social con dificultades para ello, aunque en ocasiones deba ir en contra de los intereses de los miembros de su propia familia, de quienes les han sustentado, precisamente en un país del sur de Europa, donde la institución familiar ha tenido y tiene un peso inmenso.

Los jóvenes debemos tener presente, que con esta crisis económica que aun sufrimos, ya no existe esa claridad de convertirnos próximamente en insiders, de disfrutar todos los beneficios a ello asociados. A su vez, se debe superar la mentalidad errónea de creer que la juventud es algo temporal mientras nos hipotecan una etapa fundamental de nuestras vidas.

Publicado en Asturias24