Lo que nadie pensaba que podría ocurrir ya está a la vuelta de la esquina. Solo es cuestión de tiempo. Hace tan solo un año, muy pocos aventurábamos la irrupción de una nueva fuerza política, y los que lo hacíamos, era después de haber identificado un electorado de ruptura, que jamás imaginamos que podría acabar siendo tan grande.
Las últimas encuestas ya dan a Podemos como primera fuerza política del país, lo que se traduce en que el bipartidismo imperfecto que había imperado en España durante las últimas décadas está a punto de ser defenestrado. Muchos no lo vieron, o no lo quisieron ver, cómodos desde sus puestos políticos ignoraron el 15M o ni siquiera llegaron a comprenderlo, para luego pensar que se había acabado cuando abandonó las plazas para trasladarse a los barrios. El 15M fue el primer seísmo, el que demostraba que tanto un gran espectro social, como una nueva generación demandaba nuevos tiempos, tras el hartazgo provocado por la crisis económica y la incapacidad política e institucional que también sufrían la suya propia.
Luego llegó la mayoría absoluta del Partido Popular, con un programa electoral incumplido, mientras procedían a desmantelar el Estado de Bienestar español, tras haber engañado a una gran parte del electorado que ahora mismo les ha abandonado. Con los recortes, especialmente en sanidad y educación, surgían en Madrid las mareas para combatirlos. Entre tanto, la inacción política de unos y de otros, la falta de un reformismo claro y profundo que transformase las apolilladas estructuras institucionales del régimen político surgido durante la transición y que desterrara a su vez la corrupción generalizada en este país, hizo que en las pasadas elecciones europeas mucha gente dijera basta.
Desde entonces, la ineptitud y el ataque excesivo que se llevó a cabo contra la formación de Pablo Iglesias, pensando que ese sería el remedio para no perder el poder, solo ha hecho que fomentar aun más la ola. Una ola que siguieron sin entender, quienes califican a Podemos como populismo, demagogia, o intentan rebatirles sus argumentos con cuestiones venezolanas, pensando además que solo era un voto de castigo en unas elecciones para muchos menores como las europeas. Siguen sin enterarse de que Podemos no dice lo que la gente quiere oir, sino que dicen lo que la gente lleva mucho tiempo pensando.
Todo ello, junto a la capacidad que Podemos ha tenido de gestionar el resultado electoral de mayo, de infundir el ánimo en la sociedad de que han nacido para ganar y no ser testimoniales, y de que son la única fuerza de ruptura política existente, acompañado además de una comunicación impecable, ha provocado el tsunami electoral que se avecina, ese que solo hace unos meses muy pocos se hubiesen atrevido a ver como viable, a ver como posible que alguien irrumpiese de semejante forma en el sistema político. Pues bien, la ruptura política ya está aquí, quizás porque nadie supo, o mejor dicho, quiso llevar a cabo las reformas necesarias. Aun hoy, habrá muchos que no lo vean, o no lo quieran ver, pero el fin del régimen político del 78 ha llegado, y a muchos les pasará la ola por encima y seguirán sin entenderlo. Mientras otros, decimos adiós a 1978, sabedores de que un ciclo ha llegado a su fin.
Publicado en Asturias24