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Ucrania en la percepción de seguridad de Rusia

Ucrania Rusia

Rusia, una de las dos grandes potencias que dominaron toda la segunda parte del Siglo XX, y un protagonista esencial en la escena política internacional, ha demostrado su capacidad para expandirse, así como para reinventarse. Con la caída de la Unión Soviética hace tan solo veinticinco años, la estrategia en política exterior de Rusia -basada en ganar territorios y proyectar sobre ellos su fuerza militar y su coacción- fue sustituida por el objetivo de priorizar el mantenimiento del orden interno, así como de proyectar internacionalmente su carácter económico, convirtiendo su geopolítica, en geoeconomía como prioridad estratégica. Para ello, Moscú se basó en su importante papel como productor de hidrocarburos, tanto de petróleo como gas, para reconstruir de esta manera su influencia política sobre los países que dependen de Rusia como productor de estas energías.

En las Relaciones Internacionales, donde el Estado sigue siendo el actor imprescindible y pese a los tiempos de globalización en los que vivimos, la percepción de seguridad tiene un papel esencial. O dicho de otro modo, la forma en que se ve a otros actores o a determinados factores en cuanto a su incidencia en la seguridad nacional.

Pese a quedar lejos los tiempos del comunismo –al menos en términos ideológicos– la percepción teórica de la interpretación del orden mundial que se realiza desde Rusia supone que cualquier proyección de los países occidentales conlleva la búsqueda incesante de incrementar la riqueza y la expansión de sus mercados. De esta manera, la sensación constante en Moscú es de inseguridad con respecto a su posición frente a occidente; inseguridad que, además, se ve acentuada cuando se compara el poder económico de unos y de otros.

Ese sentimiento constante de inseguridad se ve alimentado por la propia historia de Rusia. Tras más de dos siglos de invasiones, cuyos máximos exponentes fueron la invasión napoleónica en el Siglo XIX y la “Operación Barbarroja” llevada a cabo por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, provocaron que el Imperio Ruso primero, y la Unión Soviética después, conciba a las potencias miembros de la OTAN, como potencialmente agresivas.

En este aspecto juega un papel decisivo la geografía. Sin montañas más allá de los Urales ni grandes ríos o costas, Rusia carece de unos límites geográficos naturales a pesar de ser una potencia continental. En cambio, con lo que sí cuentan los rusos es con un clima y un paisaje excesivamente duros, que resultan esenciales para entender el carácter de su población y su historia. Pese a las adversidades geográficas, Rusia ha sido capaz de perdurar desde los tiempos del Imperio Ruso.

Con la desintegración de la URSS y el fin de la Guerra Fría, se produce un cambio en la estrategia convencional y en la nuclear, que supuso una modificación en la percepción rusa respecto a Occidente, así como también respecto al cinturón sanitario en que se habían convertido los países de Europa Central y Oriental (PECOs).

Pese a que la percepción cambió levemente, ya que Rusia no evitó la entrada en la OTAN y en la Unión Europea de sus antiguos aliados en el Pacto de Varsovia, se ha convertido en prioridad para Moscú el restablecimiento de los vínculos con los antiguos territorios soviéticos, con el objetivo de mantener el cinturón de seguridad de tiempos pasados. Al mismo tiempo, hacen perdurar un espacio vital de influencia económica. Las dictaduras de Bielorrusia y Kazajistán, ambos miembros de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva, así como de la Unión aduanera, reciben el apoyo de Moscú: no sólo contra cualquier intento de democratización de dichos países, sino también en forma económica, con rebajas del precio de combustible para evitar la emancipación de estos territorios. De esta forma, Putin ha optado por una expansión imperialista, posibilitada por la abundancia de recursos naturales de su país y que, a su vez, resultan tan escasos en la Europa del Este. Rusia dispone de la mayor reserva de gas natural del mundo, la segunda mayor de carbón y la octava de petróleo; asimismo, un presupuesto militar no ha hecho más que crecer.

Este modelo intentó imponer Rusia en Ucrania a través de Yanukovich. Una vez fracasado el intento, la partida se trasladó a la península de Crimea, donde las intenciones de recuperar el territorio cedido por Jruschov de forma unilateral fueron claras buscando la independencia de la península e incorporándola finalmente al territorio ruso.

Recordemos que Ucrania, surgida de las cenizas de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), una época en la que se consolida como unidad administrativa, es un cúmulo de territorios que tienen su origen inicial en la Rus de Kiev del siglo IX. A partir de ese momento, Ucrania siempre ha sido protagonista como lugar de fronteras, de los avances y retrocesos de los grandes imperios. Las zonas de influencia tanto del Imperio Austro-Húngaro como del Imperio Ruso tienen hoy reflejo en la división multicultural que sufre el país, y que muchos, desde un punto vista simplista, se han apresurado a catalogarla como las dos Ucranias.

Más allá de las cuestiones multiculturales del país y las socio-políticas, se hace esencial destacar el papel fundamental de Ucrania en el contexto internacional, no solo político, sino también comercial. Este país es uno de los principales importadores de gas de Rusia, y esto resulta esencial, ya que por sus gasoductos pasa gran parte del gas ruso que acaba en la Unión Europea.

La política exterior llevada a cabo por el Kremlin desde la caída de la Unión Soviética se ha basado, como ya hemos apuntado, en potenciar la geoeconomía por encima de la geoestrategia: esta ha tenido un papel primordial los territorios extranjeros próximos con el objetivo de crear un espacio económico de influencia rusa. En el caso particular de Ucrania, desde su independencia en diciembre de 1991, existe el intento por parte de Moscú de recuperar el dominio sobre la ex república soviética, estallando el conflicto dos décadas después.

El inicio de las protestas de la Plaza Maidán tuvo lugar tras dos años de negociaciones de Kiev con Bruselas. Finalmente, el 21 de noviembre de 2013, el Gobierno de Ucrania rechazó firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea y comunicó a su vez un acercamiento a Rusia. Resulta imprescindible recordarlo, para tener presente hasta qué punto la sensación de inseguridad en Rusia influyó en el desarrollo de los acontecimientos en el actual conflicto, especialmente la posible pertenencia de Ucrania, en un futuro próximo, a la Unión Europea. El inicio de las protestas de la Plaza Maidán tuvo lugar tras dos años de negociaciones de Kiev con Bruselas.

La percepción de Rusia respecto a Ucrania seguirá siendo la misma, y es que pese a haber sido un país independiente desde 1991, en ningún momento se la ha querido perder del todo. En ello incide especialmente el hecho de que el Rus de Kiev esté considerado como el origen histórico de Rusia, denominándose a Ucrania durante siglos, como “la pequeña Rusia”. Sin embargo, es esta pequeña la que ahora quiere volar en otra dirección.


-(2014): «Ucrania en la percepción de seguridad de Rusia». En Revista Acontecer Mundial [ISSN 2347-0534] nº 13 (nº especial Aniversario) (2014.10). Disponible en: http://issuu.com/acontecermundial/docs/ram_octubre_