El pasado martes, Pablo Iglesias fulminaba en un duro comunicado al que hasta entonces había sido el Secretario de Organización de Podemos, Sergio Pascual. La salida del número tres de la formación, evidenciaba que la crisis interna existía y era profunda en cuanto a las discrepancias existentes entre las distintas formas de entender y llevar a cabo la acción política. Se debe dejar claro desde un primer momento, que el conflicto no es tan simple como lo han querido mostrar algunos, no estamos ante un “Iglesias vs Errejón”.
En Podemos siempre han existido varias sensibilidades y varios grupos de poder, como se evidenció en la Asamblea de Vistalegre. Esas diferencias y discrepancias siempre han estado ahí, tanto que Podemos es a día de hoy un partido político que abarca mucho más que lo que se puso en marcha en enero de 2014, donde confluyeron junto a Izquierda Anticapitalista, miembros de Juventud Sin Futuro y de la Asociación Contrapoder, la PAH, y por supuesto el núcleo de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense. Desde aquel primer momento existieron diversidad de opiniones sobre cómo llevar a cabo la estrategia política y organizativa. Tanto el cese de Pascual, como las dimisiones en los órganos territoriales, tanto las de Madrid como las de otras federaciones, se enmarcan dentro de esta batalla.
Podemos se ha ido construyendo como un partido tradicional, con una organización jerárquica y con un aparato muy fuerte. Lejos quedó la importancia de los círculos y de las bases. La salida del propio Juan Carlos Monedero de la dirección nacional del partido tuvo que ver con ello. Y es precisamente ahí, donde aparece Sergio Pascual como el fontanero del aparato. Mientras Pablo Iglesias estaba de eurodiputado en Bruselas, en Madrid todo el control del partido pasaba por Iñigo Errejón y Sergio Pascual. La labor de este último abarcaba desde colocar cuneros en las listas saltándose el resultado de las primarias, hasta influir o saltarse decisiones de las direcciones autonómica o locales.
Así, el cese de Pascual por parte de Iglesias pretende otorgar a las bases la cabeza de uno de los más odiados por estas, a la vez que ofrece un responsable directo de las dimisiones de Madrid, como de otras direcciones territoriales y el descontrol en estas, mientras que por las formas con las que se ha llevado a cabo, sirve de aviso a navegantes. Ahora bien, el golpe sobre la mesa de Iglesias esconde otras cuestiones, más allá de que para cargarse a un “aparatero” haya realizado un movimiento de unilateralidad de líder cuya decisión no es controlada ni adoptada por ningún órgano colegiado, sino que simplemente se basa en su poder jerárquico.
La disputa por el poder a la que se asiste dentro de Podemos, sobrepasa claramente de ser simplemente un enfrentamiento entre los partidarios de Iglesias versus los de Errejón. En Podemos se enfrentan dos concepciones ideológicas distintas, la nacional-popular versus la marxista, o lo que es lo mismo, la transversalidad frente al discurso netamente de izquierdas. En el primero se encuadran Iñigo Errejón, Carolina Bescansa o Pablo Bustinduy, en el segundo Irene Montero, Rafa Mayoral, Juanma del Olmo, entre otros, es decir, todos los ex PCE e IU. También estaría a este lado de la partida los miembros de Izquierda Anticapitalista, como Teresa Rodríguez y Miguel Urban al frente y que controlan la federación andaluza. Si en Vistalegre se quedaron fuera, ahora pueden servir de apoyo necesario a Iglesias para ejecutar sus planteamientos.
Estas diferencias ideológicas también tienen su traslado a la concepción orgánica del partido. El peso ganado por Mayoral y Montero junto a la última crisis territorial, la abierta en Madrid, hacen indiciar que la culminación en arrebatar el control del partido a Errejón, llega a su culmen. Irene Montero se convertía a finales de 2014 en la jefa de gabinete de Pablo Iglesias. Fue entonces cuando empezaron a tomar el control paulatino de la organización entre Montero, Rafa Mayoral, Fran Casamayor y Juanma del Olmo. Curtidos en el Partido Comunista, las formas de actuar siguen siendo las mismas.
Por su parte, Errejón defiende un modelo de partido más transversal, identitario y más adecuado a lograr un proyecto de mayorías frente a los planteamientos heredados del PCE, es decir, buscar la tan mencionada centralidad frente a quedarse en un partido más de izquierdas incapaz de romper la hegemonía del adversario, todo ello en contra de la visión de Iglesias, más coincidente con los valores clásicos de la izquierda, para muestra su discurso en la investidura fallida de Pedro Sánchez.
Aparte de las cuestiones ideológicas y orgánicas, está la confluencia o la potencia por sí sola de la marca Podemos. Una parte del partido, entre la que se encuentra el cesado Sergio Pascual, es favorable al uso exclusivo de la marca Podemos como maquinaria electoral debido a su fuerza y al considerar que debe ser el único instrumento de cambio. Otra parte en cambio, es favorable a la confluencia con otras fuerzas políticas (incluida IU) y movimientos sociales. Podemos ya ha entrado en confluencias donde se ha visto sobrepasado, como en las candidaturas municipalistas, o en Galicia, Catalunya y la Comunidad Valenciana en el 20D. La tensión entre ambas concepciones siempre ha existido y así se visibilizó antes de las municipales, en las resistencias a entrar en las denominadas candidaturas de unidad popular o posteriormente rechazando la confluencia con Izquierda Unida.
Por último, trasladar estas tensiones a la posición respecto a la investidura de Pedro Sánchez, es erróneo. No existen discrepancias en Podemos a este respecto, siendo unánime el rechazo a facilitar la investidura del socialista mientras este mantenga su acuerdo con Ciudadanos. Ahora bien, el rumor sobre una moción de censura a tres, que incluyese a Ciudadanos, para desbancar a Cristina Cifuentes, y que se traduciría en la investidura de Sánchez, está más que presente. Añadir, que aunque no existan discrepancias sobre la posición de la investidura fallida, si las hay sobre el tono utilizado por Iglesias en los debates previos a ambas votaciones, un tono que imposibilita causar ninguna simpatía entre las bases socialistas y que el propio Iglesias se vio obligado a suavizar posteriormente.
Artículo publicado en Asturias24 y Debate21.