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Casado: El triunfo ideológico contra la élite


Ante la incertidumbre política que atraviesa el PP tras la salida abrupta del Gobierno con la caída de Mariano Rajoy, en la moción de censura que ha llevado a Pedro Sánchez a la Moncloa, la etapa que ahora se abre en el partido por antonomasia de la derecha española, ha sido otro ejemplo más en el que los militantes y cuadros intermedios del partido han optado por cargar contra el establishment de éste a través de la opción que supone un mayor repliegue ideológico. Así, el triunfo de Pablo Casado frente a Soraya Saénz de Santamaría debe ser leído en esta clave.

El malestar acumulado durante mucho tiempo en las filas del PP, acabó explotando en el Congreso del partido, como en su día explotó en las primarias socialistas de 2017, con una carga liberadora contra gran parte de quienes habían guiado los designios de la formación hasta el fracaso. Si en la moción de censura fue la confluencia del hartazgo generalizado contra Rajoy del resto de formaciones políticas, el triunfo de Casado es el agrupamiento de todos los que deseaban poner fin al marianismo y a su vicepresidenta.

Con Alberto Núñez Feijóo fuera de combate por desistimiento propio, y quien sabe si como Susana Díaz en 2014 el presidente gallego ha perdido su gran oportunidad, Casado aprovechó el escenario político que se le presentaba para lanzarse a buscar el triunfo con dos grandes ventajas sobre sus principales rivales, Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. La primera ventaja, Casado no ha sido miembro de los gobiernos de Rajoy. La segunda, sus rivales políticos son de su misma generación.

En el hartazgo generalizado ha contribuido especialmente la forma de actuar de Rajoy, de dejar hacer y mantenerse en el poder mucho más allá de lo aconsejable, incluido no haber dimitido ante el triunfo inminente de la moción de censura de los socialistas. Quienes en el PP ocupan puestos de mando y gestión en ámbitos autonómicos y municipales, vieron como en 2015 su partido retrocedía por la gestión del Gobierno central, y como en 2018, Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, lideraba todas las encuestas y amenazaba, por primera vez en los últimos treinta años, la hegemonía del Partido Popular en el centro-derecha español. A este hartazgo también ha contribuido de forma notable el desafío independentista catalán y la gestión del mismo que se hizo por parte de Rajoy, así como el constante goteo de casos de corrupción del PP expuestos en los medios de comunicación.

En todo hartazgo hay una crisis de expectativas clara y una falta de renovación generacional. Ésta se ha producido ahora en forma de ruptura. Casado llega junto a los otros vicesecretarios que formaron parte de la dirección del partido con Rajoy, Andrea Levy y Javier Maroto, pero que como el ahora electo presidente de los populares no ocuparon responsabilidades en el ejecutivo. Que ellos asuman el mando, también es un revés para Ciudadanos, al que se le dibuja, de nuevo, el peor escenario posible tras la moción de censura de Sánchez, sin poder territorial como el PP, sin liderar la oposición, y con unos líderes políticos de su misma generación.

Que el PP capitaneado por Casado dé un giro a la derecha está por ver. De momento, el nuevo presidente de los populares ha sido hábil construyendo un discurso político para sus bases que le llevasen al despacho de la presidencia de Génova. Así, su estrategia se ha basado en maximizar los votos, para lo que se ha servido de un mensaje más ideológico que el de su adversaria. También haber tejido alianzas con las demás candidaturas derrotadas en la primera vuelta ha resultado clave. Pero esta misma estrategia, es decir, buscar maximizar los votos para ganar las elecciones y alcanzar el poder tras unas elecciones generales, requerirá de mensajes más moderados. El rival del PP no es Vox, sino Ciudadanos.

Casado liderará la oposición frente a un Gobierno socialista sostenido por 84 diputados y difíciles alianzas de mantener. La oposición del PP será dura, tanto en el relato como en el lenguaje. Casado buscará afianzar su liderazgo, solapar a Ciudadanos y abarcar todo el espectro de la derecha con el objetivo de que ello le permita el triunfo electoral. Mientras, en Cataluña un PDECat en el que Carles Puigdemont se ha hecho con el control absoluto, servirá para que ambos actores se retroalimenten mutuamente.


Artículo publicado en Debate21.es