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Los datos que muestran cómo Vox arrastra al PP hacia la extrema derecha

La dirección del Partido Popular que lidera Pablo Casado ha acentuado su enésimo giro estratégico. Lo hace tras comprobar en las elecciones madrileñas que la derecha conservadora podía ganar ampliamente en las urnas con un discurso lleno de guiños populistas y asumiendo postulados de la derecha radical que encarna Vox.

El impulso del resultado electoral de Isabel Díaz Ayuso y el colapso definitivo de Ciudadanos han permitido que el PP crezca en unas encuestas que dibujan un liderazgo claro de los populares en el bloque de la derecha. Pese a este ascenso, la competición electoral frente a Vox sigue siendo el principal factor ambiental que genera incentivos y que condiciona la estrategia del PP. La dirección de Génova se ha mostrado en el último tiempo ambivalente entre apostar por la moderación o la radicalidad.

Los datos más recientes muestran que en esta particular pugna, el PP estaría siendo capaz de atraer al 12,6% de electores que en las elecciones generales de noviembre de 2019 optaron por Vox. Los de Santiago Abascal, a su vez, captarían al 5,5% de antiguos votantes conservadores. Estos porcentajes, traducidos a valores absolutos, son similares en número total de sufragios, lo que da cuenta de la intensidad de la competición entre ambos al producirse entre ambas formaciones una suma cero entre ganancias y pérdidas.

Las transferencias de voto del PP hacia Vox se dan en mayor porcentaje en las ubicaciones más escoradas a la derecha. De esta forma, la probabilidad de encontrarnos con electores que en noviembre de 2019 se decantaron por los populares y en estos momentos optarían por Vox aumenta según nos desplazamos hacia las posiciones de extrema derecha. En cambio, los mayores porcentajes de fugas de votos de Vox hacia el PP se producen en las ubicaciones conservadoras (6-8).

La procedencia de votantes de ambas formaciones muestra que el 63% del electorado de cada una de ellas es «fiel» —votantes que ya les habían elegido en noviembre de 2019—. El 13,6% de potenciales votantes de los populares procederían de Ciudadanos, el 6,7% de otros partidos y el 4,3% de Vox. En  cambio, Vox sí cuenta con mayor número de electores que proceden del PP (12,3%) en lugar de Ciudadanos (6,6%).

La competitividad que muestran entre sí PP y Vox también tiene lugar en el número de abstencionistas y nuevos votantes —aquellos que no tenían edad para votar en las anteriores elecciones— que ambos son capaces de atraer. Entre los primeros, el PP lograría el 7,6% frente al 4,4% de Vox. Entre los segundos, los populares alcanzan el 15,3% mientras que Vox se queda en 7,7%.

En la escala 1 a 10 en la que se autoubica el electorado —siendo 1 extrema izquierda y 10 extrema derecha—, el PP aparece como hegemónico entre las posiciones 6 y 8, mientras que Vox desbanca del liderazgo al PP en las ubicaciones más radicales (9-10).

La distribución ideológica del electorado de PP y Vox señala cómo los votantes de esta última formación se encuentran más escorados hacia la extrema derecha. Así, uno de cada cuatro votantes de Vox se autoubica en la posición 10. Por el contrario, el grueso de votantes del PP se encuentra en el centro-derecha, encontrándose dos de cada tres en las posiciones 5-7.

Entre quienes manifiestan su intención de votar a Vox, el 64,5% asegura que su voto alternativo —si finalmente no optasen por este partido— sería para el PP. Por el contrario, solo el 26,2% de los votantes del PP elegiría a Vox si no votase a los de Casado. Este dato evidencia que existe una mayor posibilidad entre el electorado de Vox de optar por el PP, que la que existe entre los votantes del PP de decantarse por Vox.

Los datos que se han mostrado en los párrafos anteriores ponen de manifiesto los incentivos existentes para el PP para configurar su estrategia en base a la competición con Vox y desplazarse así hacia postulados más radicales, siempre dentro de la elasticidad que su electorado le permite. En esta lógica, se entienden, por ejemplo, las recientes palabras del líder popular sobre la Guerra Civil española y el golpe de Estado del 18 de julio en un debate parlamentario que versaba sobre los indultos a los líderes independentistas catalanes y la actual situación del país.

Sin competidor electoral en el centro-derecha tras la debacle de Ciudadanos y habiendo absorbido gran parte del espacio que en su momento llegó a ocupar la formación naranja, el PP busca atajar cualquier crecimiento electoral de los de Abascal que le permita seguir siendo de forma destacada la primera fuerza de su bloque. Para ello, una falsa rebeldía y el intento de ser quien capta el descontento que pueda existir con el ejecutivo en detrimento de Vox, mientras se aleja de cualquier acuerdo o pacto de Estado y se endurece, nuevamente, un discurso político que en ocasiones roza la deslegitimación de las instituciones.


Artículo publicado en el diario Público.