Después de tres años de aquellas elecciones y un sinfín de acontecimientos políticos desde entonces, asistimos al año electoral más crucial que se recuerda, no sólo porque la alternancia en el poder es más que probable, sino porque estamos asistiendo a una reconfiguración del sistema de partidos en España, que se encuentra aun en su epicentro y que no culminará previsiblemente hasta que pase otro ciclo electoral. Sin lugar a dudas hay una batalla principal, desbancar al Partido Popular del Gobierno y poner fin a cuatro años de austericidio absoluto. Pero también hay otra batalla esencial para entender el momento político que atravesamos, y que sin lugar a dudas es el más apasionante de los últimos cuarenta años. Esa batalla no es otra que por ser la primera fuerza política de la izquierda.
La disputa PSOE vs Podemos es de tal importancia, que tras las próximas elecciones generales, de no conseguir ninguno de los dos la victoria electoral, el que quede por detrás del otro, se verá en la tesitura de escoger entre dejar indirectamente gobernar al PP de nuevo, o dar la Moncloa a su competidor directo por el mismo espacio electoral.
Las elecciones autonómicas y municipales han dejado un escenario complejo. El PSOE a nivel autonómico ha conseguido resistir el envite de Podemos, y aunque ha cosechado unos malos resultados, ha evitado la ruptura del tablero político logrando ser la primera o segunda fuerza, con las excepciones de Cantabria y Navarra, estas dos debido a la competencia de partidos nacionalistas y regionalistas. Caso distinto es el de los municipios, donde pese a que el PSOE ha logrado recuperar importantes capitales de provincia, las candidaturas de unidad popular han logrado romper el tablero en las dos principales ciudades del país, Madrid y Barcelona, consiguiendo sus respectivas alcaldías. A éstas, hay que sumarles Zaragoza, las ya mencionadas Santiago y La Coruña, y Cádiz. Por lo tanto, ello ha generado un escenario donde Podemos (o las candidaturas apoyadas por Podemos) han logrado competir por la victoria electoral y han conseguido ser la primera o segunda fuerza, y además la alcaldía. Todas ellas tienen en común ser grandes ciudades, lo que conlleva que Podemos aunque no haya logrado el poder, entendiendo este por el Gobierno nacional o autonómico, si ha conseguido núcleos de poder, entre ellos el más importante como es Madrid. Estos núcleos de poder pueden servir como referencia y ejercer cierto contagio a otros territorios donde los resultados a día de hoy aun son malos para ellos, como en las Comunidades de Extremadura, o las dos Castillas, con poblaciones mucho más rurales y que siguen evidenciando sus dificultades para implantarse en territorios con éstas características. Aun así, si Podemos consigue sumar fuerzas de ámbito regional, como Anova en Galicia, Compromís en la Comunidad Valenciana, ICV en Cataluña, o Més en Baleares, estará más cerca de lograr su objetivo de lo que pudiera ser previsible en estos momentos.
El PSOE por su parte, deberá adaptar sus expectativas electorales a la nueva coyuntura política, que están muy lejos de las que tenían no hace tanto, y para salir vivos de ella (entendiendo vivos como seguir siendo partido de Gobierno), deberá acabar de renovar su imagen, distanciarse por completo de la responsabilidad en la crisis que aun buena parte de la ciudadanía le atribuye, y armar unas propuestas y un discurso ideológico lo suficientemente sólido, para ser capaz de hacer frente al mayor competidor que han tenido nunca en el centro izquierda, y para ello sólo con una campaña americanizada no será suficiente, porque éstas elecciones para el partido socialista son las más cruciales de su historia reciente, donde deberá ganar o morir, ya que en ningún caso podrá permitirse el lujo de tener que escoger entre Rajoy o Pablo Iglesias, porque entonces habrá quedado fuera del centro del tablero.
Artículo publicado en Asturias24.