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El auge de la alternativa verde

Los Verdes están protagonizando en los últimos meses un importante crecimiento electoral en varios países de Europa y la perspectiva ante las elecciones europeas de mayo es de convertirse en un actor protagonista y afianzarse como alternativa a los conservadores, liberales y socialdemócratas, frente al desgaste de estos y el ascenso de la ultraderecha.

En los comicios legislativos en los Países Bajos de 2017 el ascenso de la Izquierda-Verde (GroenLinks) resonó en toda Europa cuando pasaron de cuatro a catorce escaños bajo el liderazgo de Jesse Klaver. En octubre de 2018 otro resultado volvió a remarcar el ascenso de las formaciones verdes al lograr el 17,6% en las elecciones de Baviera, en las que los conservadores de la CSU perdieron su mayoría absoluta. Un éxito similar encontraron también en las elecciones locales belgas y en las generales de Luxemburgo, a lo que hay que sumarle la fuerza que ya tienen en otros países, como es el caso de Finlandia.

Los Verdes europeos encuentran una importante ventaja en que sus partidos y sus programas no levantan un especial rechazo, como puede pasar con algunos partidos de la izquierda radical. Los Verdes europeos históricamente han potenciado más en su discurso la cuestión cultural, lo que les ha llevado a tener un electorado mucho más urbanita, en decremento del peso que la redistribución de la riqueza tenía en su agenda política. Ahora bien, eso está cambiando y los ecologistas están siendo capaces de captar el voto de un electorado diverso, transversal, donde los valores post-materialistas tienen su peso. Han sido capaces de incorporar de forma protagonista en sus programas otras cuestiones que a día de hoy han dejado de ser radicales para ser mayoritarias como el feminismo o el europeísmo. Lo realmente relevante de todo esto, es que son capaces de presentarse como una alternativa real a las familias políticas tradicionales sin asumir posiciones de ruptura con el sistema.

Por el contrario, es precisamente en aquellos países con mayor desempleo y donde esos valores post-materialistas tienen menos peso en la decisión del voto, donde los Verdes encuentran mayores dificultades para encontrar espacio político, como es el caso de los países del sur de Europa, donde la trayectoria política y social es distinta a la del norte.

Para convertirse en partido de gobierno, los Verdes deberán formular un proyecto político realista con el que abarcar los problemas económicos y sociales que asolan Europa. La economía ecológica no puede pasar solo por una fiscalidad verde o un mayor fomento de las energías renovable o del reciclaje. Tienen que centrarse también en que sea a base de una transición cuyos ritmos, incentivos y obligaciones se adapten a las cuestiones sociales. Por lo tanto, no pueden dejar de lado el factor del empleo y las energías no renovables que inciden en la sociedad actual.

En esa línea a la que se apunta, es precisamente sobre la que versará la campaña de los Verdes de cara a las elecciones al Parlamento Europeo que tendrán lugar en mayo, la cual ya ha sido presentada bajo el lema «verde y socialmente justa», y con la que también pretenden combatir la deriva autoritaria de diversos países de nuestro entorno y el crecimiento de la ultraderecha. Sus candidatos a presidir la Comisión europea son la alemana Ska Keller y el holandés Bas Eickhout.

El caso español

El movimiento Verde no termina de encontrar su espacio en España, al igual que, como ya se ha apuntado, en otros países del sur de Europa. Sigue siendo minoritario y a las elecciones, a través de Equo, concurre bajo coaliciones electorales con otros partidos o candidaturas de izquierdas. El caso de Equo, fundado en 2011 y perteneciente al Partido Verde Europeo, ha estado representado en el Congreso de los Diputados en la última legislatura por tres diputados, todos ellos elegidos en las candidaturas de Unidos Podemos, con quienes concurrirán a las europeas del 26 de mayo.

En el caso español, diversos factores influyen en que aún no hayan emergido con fuerza. La primera es el propio sistema electoral, que penaliza de forma excesiva a los partidos minoritarios. La segunda es la presencia de una izquierda sólida que se encuentra más allá de la socialdemocracia. A estas dos habría que añadir la presencia de PACMA, haciendo que la cuestión animalista no confluya con la ecologista. El surgimiento de un gran movimiento verde en España quizás tenga que esperar a que exista un desgaste de un PSOE que ocupa el ejecutivo y de un Podemos que prosiga en su retroceso.


Artículo publicado en Debate21.es